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Contra la corrupción, verdadera formación ética

¿Qué puede hacerse para que nuestro país tenga abogados, jueces, fiscales y magistrados de mejores condiciones éticas?

289211_Andrés Mejía Vergnaud - Panelista de Mañanas BLU
Andrés Mejía Vergnaud - Panelista de Mañanas BLU

¿Será que Luis Gustavo Moreno (el fiscal anticorrupción hoy señalado de gravísimas prácticas de corrupción) o Leonidas Bustos (el expresidente de la Corte Suprema a quien se acusa de las mismas prácticas) habrían sido personas diferentes si en el último semestre de su carrera les hubiera tocado ver una cátedra de ética? Seguramente no. Lo más probable es que habrían asumido dicha cátedra como una molestia, como una materia sin importancia, y habrían seguido adelante en esa trayectoria que hoy los ha llevado a la vergüenza pública.

 

¿Qué puede hacerse, entonces, para que nuestro país tenga abogados, jueces, fiscales y magistrados de mejores condiciones éticas? En las propuestas de reforma que han circulado en los últimos días, y que incluyen la convocatoria a un referendo, se ha mencionado la necesidad de reforzar la educación ética de los abogados. Y se menciona esto al final, un poco de paso, y creo que ese es el tratamiento que se le dará. Tal vez la idea, que debería ser central, termine reducida al recurso patético e ineficaz de instituir una cátedra obligatoria.

 

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Las otras reformas, las de arquitectura institucional, son sin duda necesarias (quitar funciones nominativas a las cortes, acabar con la comisión de acusaciones, etc.) Pero ellas, si acaso, cerrarán algunos espacios para algunas prácticas corruptas, y reducirán la probabilidad de impunidad. Pero la gente será la misma: cambiar arquitectura institucional no cambia el corazón, ni la mentalidad, ni las aspiraciones, ni los procederes de los corruptos.

 

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Muy probablemente ellos buscarán otros espacios para hacer lo suyo, e incluso si las probabilidades de captura y condena se aumentan un poco, sabemos que ellos son capaces de idear sistemas para manejar esta contingencia (como guardar el dinero, colaborar con la justicia, y salir al poco tiempo a disfrutar esa fortuna). Si las reformas normativas cambiaran a la gente, el Estatuto Anticorrupción habría acabado con la corrupción en Colombia: en cambio, ha sido tras su expedición que hemos visto una sucesión de escándalos cada vez peores.

 

El cambio que necesitamos está en el corazón de la gente, y en este caso, de los abogados. Y aunque se trataría de un cambio cultural de gran magnitud, no hay que desestimar el aporte que puede hacer una mejor formación ética en las facultades de derecho. Al respecto, unas ideas:

 

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Primero, tiene que dejar de ser una materia de relleno. Russell Pearce, de la Universidad de Fordham, proponía que la formación ética fuera el componente central de los programas de derecho. No vamos a lograr nada con una cátedra obligatoria donde los estudiantes se duermen: hay que introducir la reflexión ética a lo largo de todo el programa de estudios; se necesita más formación en fundamentos filosóficos y políticos; se necesita introducir las discusiones éticas en las materias técnicas, en el derecho penal, en el civil y comercial, en el procesal, etc. El mensaje que hoy recibe el estudiante es que la ética es un accesorio de importancia secundaria, y tal vez muchos actúan en consecuencia: que reciba, entonces, el mensaje de que ella es elemento esencial de la vida del abogado.

 

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Segundo, tiene que dejar de ser sermón, para ser reflexión. Nadie se vuelve mejor persona porque le repitan que no debe hacer tal o cual cosa. La verdadera enseñanza ética no es repetición de preceptos: es confrontarse con problemas morales y reflexionar sobre ellos, discutir esas reflexiones en clase sin tabúes, considerar cada posible curso de acción, y escuchar a los demás.

 

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Tercero, tiene que haber mejor fundamentación. Esas discusiones sobre problemas morales se enriquecen si se fundamentan en el estudio de perspectivas filosóficas, de teorías sobre el Estado y la sociedad, y de aprendizaje científico sobre la conducta humana. Hay que ser demasiado impermeable para leer el Critón de Platón, o la Ética a Nicómaco de Aristóteles, y seguir siendo el mismo. Estas lecturas (y muchas otras similares) dejan huella si se hacen de manera reflexiva y crítica. Insisto: no como sermón, no como lectura obligatoria de la cual se hace un quiz, sino como base, parámetro y guía de una discusión viva y abierta.

 

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Finalmente, todo esfuerzo de calidad pasa por una depuración. Hoy en Colombia cualquiera con un garaje y veinte pupitres pone una facultad de derecho, en muchos casos como negocio. Lo que le interesa, y de paso lo que transmite así a los estudiantes, es una visión instrumental del derecho como negocio personal, sin ninguna consideración sobre la gigantesca importancia que la profesión jurídica y su buen ejercicio tienen para un país y una sociedad. Veo en Ámbito Jurídico (23 de junio de 2016) que en Colombia hay 72 facultades de derecho: junto con esta explosión cuantitativa ha venido el desastre cualitativo. Este sólo número bastaría para una reflexión.

 

Andrés Mejía Vergnaud    @AndresMejiaV

 

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