Ayer, domingo, disfrutaba leyendo una columna escrita por Irene Vallejo, una de las autoras más leídas en estos días y quien fue una de las invitadas internacionales en la Feria del Libro de Bogotá . Las bien hilvanadas frases me llevaron a una reflexión personal y también me ofrecieron una clave para analizar muchos de los eventos actuales con nuestros líderes políticos.
Ella expresaba: "Es casi tan difícil admitirlo como evitarlo. No tratamos a todo el mundo con el mismo estándar ético, con una vara de medir idéntica. Las pasiones, los odios y las diferencias entre las distintas personas nos nublan. Nuestros juicios tienden a ser irregulares: Yo cometo errores, tú los cometes, él los perpetra. Perdonamos fácilmente nuestros propios errores mientras castigamos sin piedad los errores de los demás. Cultivamos el amor propio y la vergüenza ajena. El doble rasero es nuestro mal cotidiano".
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Quizás ahí es donde debemos comenzar, por reconocer el doble rasero que usamos para juzgar nuestras acciones y las de los demás. También es necesario reconocer que aplicamos un doble estándar al analizar las acciones de amigos, compañeros de partido, ídolos y aquellos que no comparten nuestra afinidad.
Permitimos que la pasión nos ciegue y nos lleva a calificar de bueno lo que hacen quienes están cerca de nosotros, mientras que antes habíamos señalado como perverso lo mismo en alguien que no comparte nuestros ideales políticos o estilo de vida. No basta con reconocerlo, sino que es necesario cuestionarnos y hacer cambios que nos permitan ser más objetivos y justos, ya que de lo contrario, nuestro juicio queda invalidado al ser parcializado y más similar a la manifestación de un fanático.
No podemos llamar a lo malo bueno ni justificar lo que es evidente ni esperar que todos compartan nuestros mismos ídolos. Aquí recuerdo una definición de ídolo: "Es aquel al que aceptamos y justificamos lo que no aceptaríamos ni justificaríamos en ningún otro”. Es hora de ser más críticos y menos fanáticos.
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