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El infiel primero se engaña a sí mismo eligiendo la intranquilidad y la mentira

No vale la pena vivir con alguien a quien se quiere ser infiel o con quien constantemente lo es.

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Alberto Linero
Foto: cortesía.

En torno a toda la mitología de la relación de Salvador Dalí y Gala, siempre me ha impresionado esa leyenda de que ellos vivían en una relación abierta, en la que podían tener distintas parejas, pero tenían que contarse, y que solo se consideró que hubo infidelidad cuando Dalí tuvo una sin decírselo a Gala.

Esto me impresiona porque demuestra que la infidelidad no pasa simplemente por la relación sexual con otra persona distinta a la pareja, sino por la traición a una promesa, a un compromiso.

En estos días de encuestas y estudios, me llamó la atención la de la plataforma de citas extraconyugales Gledeen que realizó una investigación no dirigida en la que revisó 6.218 publicaciones, y una dirigida en la que encuestaron a 6.532 personas; el resultado fue que 6 de cada 10 ha engañado a alguna pareja, y 5 de cada 10, considerarían llegar a ser infieles en algún momento. Las razones para este tipo de decisiones van desde no sentirse totalmente involucrados con la pareja, hasta sentir mucha atracción sexual por otra persona distinta.

El dato puede ser un elemento más del folclore o puede también convertirse en fuente de una profunda reflexión sobre cómo se está construyendo la relación de pareja, cómo se está viviendo el compromiso adquirido y cómo se está haciendo para que la vida de pareja no pierda la atracción y motivación que requiere la fidelidad, que en el fondo es la misma que empuja la felicidad de ese proyecto de vida.

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Se trata de vivir desde el valor de la lealtad como una manera de hacer fuerte y sostenible el vínculo, pero a la vez, de propiciar los espacios de realización que permitan la vida fuerte y firme del placer. No vale la pena vivir con alguien a quien se quiere ser infiel o con quien constantemente lo es. La relación de pareja exige un contexto de verdad que propicie la realización de ambos y la estabilidad del proyecto. El infiel primero se engaña a sí mismo eligiendo la intranquilidad y la mentira, y desde allí se vuelve no confiable.

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