La pandemia nos sigue poniendo a prueba a nivel individual y como sociedad. Escuchamos los datos de contagiados, de fallecidos, la ocupación de las salasUCIen algunas ciudades, las dificultades en la vacunación; historias que van desde la macondiana sacada del cuerpo de un fallecido en Fundación, hasta el relato de dolor de las personas que siguen viendo cómo mueren los que aman, y nos cuestionamos sobre qué hacer.
Experimentamos nostalgia de las antiguas rutinas y vemos cómo nuestra salud emocional y mental se ven amenazadas por tantas privaciones. Pero no es momento de darnos por vencidos, de desesperarnos, ni mucho menos dejar que el miedo se apodere de nosotros hasta paralizarnos o hacernos actuar desbocadamente. Es tiempo para estar serenos y ocuparnos en lo que podemos controlar, y así enfrentarnos a este bendito virus.
No es el momento de culparnos unos a otros, como si encontrar un culpable nos hiciera inmunes al bicho; es hora de actuar con responsabilidad, acatando las distintas disposiciones que se nos proponen como medios para tratar de mantener a raya el contagio; ser solidarios intentando ayudar a los que por cualquier situación, están sintiendo con mayor fuerza la vulnerabilidad de nuestra condición humana.
Es momento para encontrar en la experiencia espiritual -cualquiera que sea- fuerza para hallar soluciones a las duras cuestiones que se nos plantean. Sé que es fácil ser agorero y regodearse en la tragedia y el dolor, pero lo que nos puede sacar adelante es la esperanza y el compromiso.
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Por ejemplo, yo quiero agradecer y orar por todos los trabajadores de la salud. Sé que están pasando momentos de agotamiento físico, tensiones emocionales al tener que tomar decisiones tan definitorias; sé que necesitan el apoyo y la comprensión de todos los que están a su lado y la generación de las condiciones económicas necesarias para ejercer dignamente; desde el rincón de mi casa, quiero enviarles toda la fuerza espiritual, y creo que todos lo podemos hacer. Además, también quiero enviar fuerza y ánimo para quienes hoy sufren y lloran la partida de un ser querido; no nos queremos acostumbrar al dolor y la tristeza, queremos tener fuerzas para seguir adelante.
Algunos dicen que soy ingenuo porque creo en los seres humanos y en sus buenas intenciones, y sí lo hago, porque sé que cada uno puede ser responsable y solidario para vencer este minúsculo enemigo que tanto daño nos hace.
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Escuche reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU:
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