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Si no hacemos algo por la no-violencia, no podremos quejarnos cuando la hostilidad sea arrasadora

Sospecho que en nuestra sociedad se aprecia y se valora al violento, en cualquiera de sus dimensiones. Todavía se ve con cierto desprecio al que ha decidido usar los métodos pacíficos de resolución de conflictos.

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Alberto Linero
Foto: Blu Radio

Ayer rodaba por las redes sociales un video en el que un director técnico e integrantes de un equipo masculino de fútbol juvenil agredían a un árbitro, por alguna expresión de éste. La escena es bochornosa, porque entre todos lo persiguen y lo golpean, aun cuando el juez cae al piso. No hay mucha información del video, pero creo que es una buena ocasión para hacer conciencia de que esa violencia tiene sus raíces en manifestaciones cotidianas que a algunos les parecen válidas.

Si así resuelven los problemas un grupo de jóvenes deportistas, guiados por su líder, por qué nos extrañamos de las estadísticas de riñas y de muertos que a diario se registran. Si seguimos avalando con el silencio o la justificación esta manera de solucionar las dificultades, no podríamos quejarnos luego de la grave crueldad que nos arrincona.

Estoy convencido de que esa manera de resolver los conflictos es aprendida. Se cultiva en los espacios familiares donde los mayores enseñan, a veces inconscientemente, que la única manera de zanjar un problema es imponerse a través de la violencia en cualquiera de sus formas. Recordemos que la Policía Nacional reportó más de 38.000 hechos de violencia intrafamiliar en 2023. Esas acciones se refuerzan en las dinámicas de relación en las escuelas, porque es sabido que según las cifras oficiales uno de cada tres escolares ha sido víctima de matoneo. Complementándose en los otros espacios públicos.

Sospecho que en nuestra sociedad se aprecia y se valora al violento, en cualquiera de sus dimensiones. Todavía se ve con cierto desprecio al que ha decidido usar los métodos pacíficos de resolución de conflictos. Al que grita, “pechea” y humilla con insultos no se le sanciona socialmente. Si de manera personal no hacemos una opción por la no-violencia en todos nuestros entornos de convivencia, no podremos quejarnos cuando la hostilidad sea más compleja y arrasadora. Definitivamente los valores del sermón de la montaña de Jesús de Nazaret tendrían que inspirarnos éticamente a todos.

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