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Historia extranormal: el refugio de los demonios

Historia extranormal’ es una sección del programa Luna Blu de Blu Radio en que se recopilan algunas de las narraciones más perturbadoras y los mitos...

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Demonios. Foto: Referencia - Efe
Demonios. Foto: Referencia - Efe

Historia extranormal’ es una sección del programa Luna Blu de Blu Radio en que se recopilan algunas de las narraciones más perturbadoras y los mitos que merecen ser contados una y otra vez, porque nunca estamos solos.

 

Esta historia ocurrió en el hogar de una familia común y corriente. Bueno, tal vez ni tan común ni tan corriente como podrán apreciarlo en el curso de este relato. La integraban Leonardo y Celia, esposos y padres de Rocío y Sergio. Ramón y Lorenza, padres de Celia y consecuentemente suegros de Leonardo. Con ellos convivía María, empleada doméstica. Los hechos que se narran a continuación recopilan las versiones de varios vecinos suyos que hablaron con María después de los hechos.

 

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Es medianoche. Rocío, la hija menor de Leonardo y Celia, de trece años de edad, no puede conciliar el sueño. Da vueltas en la cama sin poder controlar la inquietud que la asalta. Intenta calmarse permaneciendo boca arriba concentrando su vista en las aspas del ventilador de techo. Un ruido metálico, extraño a esa hora, llama su atención. Es el chasquido del pestillo de la puerta. Alguien ha entrado a su habitación. Rocío se incorpora y en medio de la penumbra mira a la entrada del aposento. La puerta está abierta pero no ve a nadie alrededor. Súbitamente, asida por manos invisibles, su cuerpo se desliza por la cama. Cae al piso y es arrastrada por todo el dormitorio. En su recorrido tropieza con zapatos y juguetes regados en desorden. Rocío se retuerce en el suelo tratando de librarse de quien tira de ella, pero no puede. Abre y cierra los ojos pensando que solo es una pesadilla de la quiere despertar cuanto antes. Pero no. Lo que está pasando es real.

 

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La experiencia se vuelve insoportable mientras el tiempo parece eterno. Al fin, sin saber cómo, siente otra vez la tibieza del lecho. Sus ojos miran nuevamente las aspas del ventilador. Todas las cosas parecen haber regresado a la normalidad. Rocío se levanta velozmente, enciende la luz y se mira en el espejo. Ve sus mejillas húmedas y su pelo totalmente alborotado. “No fue una pesadilla”, piensa. Entonces, “¿qué me pasó?” se interroga interiormente.

 

Sale de su habitación a toda velocidad con el fin de despertar a sus padres, hermano y abuelos. Quiere contarles la horripilante experiencia que acaba de vivir. Avanza unos metros por el pasillo y se tropieza con María, la empleada doméstica. María está de rodillas en el suelo. En la mano tiene el rosario y masculla oraciones pidiendo a Dios que aleje a los demonios. Rocío le pregunta qué pasa y la empleada le responde que el diablo tomó posesión de la casa.

 

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En las habitaciones del segundo piso no hay nadie. Rocío baja las escaleras y encuentra a su familia en el comedor.  Todos están sentados a la mesa, vistiendo pijamas y tomados de la mano.

 

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Ella se apresura a contarles la espantosa prueba por la que acababa de pasar pero no la dejan hablar. Todos están descompuestos, llorosos, y hablan al mismo tiempo. Nadie escucha a nadie.

 

Finalmente el grupo enmudece. Entonces se oye solo la voz de Sergio. Con voz entrecortada dice que tres súbditos de Satanás lo despertaron y lo sentaron en la cama. Uno sujetó sus brazos, otro sus piernas y el tercero le abrió la boca, sacó su lengua y después intentó cercenarla obligándolo a morderla. Entretanto, un coro siniestro susurraba: “mentiroso, mentiroso, mentiroso”.  

 

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Después sus padres y abuelos, uno a uno, cuentan los episodios pavorosos que vivieron esa noche. También fueron asaltados por seres espectrales del otro mundo y temieron perder sus vidas en el ataque. Todos se preguntan cuál es la causa de su angustia.

 

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“Ustedes son los responsables” dice una voz proveniente de las escaleras. Todos a una giran sus cabezas hacia ese lugar y sus ojos se estrellan con María, la criada. “Esta casa está llena de espíritus malignos”, continúa. “Aquí reinan las malas energías que los alimentan. Los señores y los jóvenes solo saben pelear y faltarse el respeto. Esos seres son felices en medio del odio, la rabia, la envidia, la intriga, la venganza y la mentira. Esos son los sentimientos entre ustedes y a mí me maltratan constantemente. Por eso esta casa se convirtió en un refugio de demonios. Mis oraciones y mi fe los alejaron por hoy, pero me voy porque no soporto más sus abusos”, dice mientras camina  a su habitación.

 

María agarró sus maletas y se marchó. Fueron vanos los ruegos de sus patronos para que se quedara.

 

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Los vecinos dicen que llevan varias semanas sin ver a ninguno de los habitantes de la casa. La hierba del jardín ha crecido y nadie se toma el trabajo de podarla. Las puertas siempre están cerradas y la impresión que todos tienen es que ahí no hay nadie. Algunos, sin embargo, comentan que por las noches han tenido la impresión de haber escuchado gemidos y gritos de dolor provenientes de su interior. Para estar tranquilos, dicen, prefieren creer que es el viento que se filtra por las ramas tupidas de los árboles.  

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