En nuestro ajetreado mundo, donde los choques de intereses y las provocaciones violentas están a la orden del día, esta virtud de sensatez se vuelve indispensable.
Veo personas tratando de imponerse, de someter con sus juicios descalificadores, de manipular al otro, pero no de generar un ambiente de comunicación fluida y efectiva que permita solucionar los problemas, lo mismo sucede en el ámbito privado, a veces estamos en relaciones con muy malos hábitos de comunicación.
Particularmente, los apuntes importantes de cualquier conferencia o los del trabajo los tomo a mano, lo cual a veces me hace sentir dinosaurio, pero me permite tener mayor retentiva por el proceso que significa la escritura manual.
Por estos días con toda la difícil situación de los incendios forestales hemos visto como los bomberos, policías y soldados arriesgan su vida como héroes para tratar de apagar el fuego que ha consumido grandes áreas de vegetación de nuestros cerros y páramos.
Los cambios y renovaciones en la vida se dan por el movimientos y la dinámica de la estructura humana, por lo que estas transformaciones no son un fracaso.
El ego es ostentación, apariencia y grandilocuencia. Se aleja de una opinión emocional que responda a la realidad del yo, con sus fortalezas y debilidades.
La habilidad emocional necesita ser entrenada para ser desarrollada por medio de simulaciones controladas de la vida cotidiana, se requiere más que un discurso sobre cómo manejar las emociones.
No estoy diciendo que se requiere abdicar de las posiciones políticas o religiosas, ni ser indiferente ante la injusticia que el otro ha podido cometer, ni renunciar a nuestras opciones éticas.
En la sociedad es necesario fomentar las habilidades espirituales, por esto la meditación se da en espacios físicos y digitales desde la desconexión, interiorización, silencio y ahondar en la profundidad del alma.