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Las transformaciones y cambios profundos en la vida requieren pensar de una nueva forma

Los cambios y renovaciones en la vida se dan por el movimientos y la dinámica de la estructura humana, por lo que estas transformaciones no son un fracaso.

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Alberto Linero
Foto: Blu Radio

Uno de los personajes que más me impresiona del Nuevo Testamento es Pablo de Tarso. Un teólogo, escritor y apasionado discípulo de Jesús de Nazaret. Me encanta porque es capaz de entender que en la vidano estamos condenados a creer siempre lo mismo, que es posible cambiar. Él como un fanático fariseo de la época es perseguidor de la secta que se forma tras Jesús, el hijo de María. Tiene una experiencia mística camino a Damasco que lo hace cambiar totalmente su posición ante ese grupo y volverse un militante apasionado y radical de aquellos que seguían el camino (Hechos 9.22).

Mi interés hoy no es teológico, sino recordarles a todos que cambiar, renovarse, hasta contradecirse conscientemente no es un fracaso, es una consecuencia de la dinámica y de la estructura humana. Aunque algunos prefieran permanecer tercamente en posiciones existenciales que han demostrado no ser acertadas, válidas o pertinentes.

Para vivir esos cambios profundos se requiere un pensamiento flexible, es decir, esa habilidad de pensar en la realidad de una manera nueva o diferente; asumiendo la incertidumbre, adaptándose a los cambios e incorporando las nuevas verdades que la información y la tecnología van ocasionando. También, es necesario valentía para no temerle al “qué dirán”; muchos que permanecen inmóviles en sus ideologías se atreverán a criticar a los que cambian, sin sentirse plenos y satisfechos. El miedo a cambiar les hace permanecer allí. Una última cosa que se requiere es una visión espiritual, es decir, ser capaces de trascender, de otear la vida y buscar el sentido completo de la existencia que siempre está más allá de la suma de los acontecimientos individuales.

El fanatismo que algunos viven es expresión de poca capacidad crítica y de inseguridad. El que está convencido inteligentemente de lo que piensa, siempre estará abierto al cambio. Al fin y al cabo Walt Whitman tiene razón cuando dice: “¿Que me contradigo? Sí, me contradigo. Y ¿qué? (Yo soy inmenso… y contengo multitudes).

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