Aprender a decir “Me equivoqué” sin miedo ni vergüenza es un signo de fortaleza, no de debilidad. Nos permite corregir, reconstruir y evolucionar. Porque quien no asume sus errores está condenado a tropezar con la misma piedra una y otra vez.
Hoy en día, el sentido de la vigilia se ha ampliado. Más que dejar de comer carne, se propone realizar un sacrificio consciente que nos permita generar un espacio de crecimiento personal.
Cuento esta historia porque sé que todos, en algún momento, podemos ser víctimas de situaciones similares. Y la gran pregunta es: ¿cómo reaccionar ante la humillación sin dejarnos arrastrar por el dolor o el rencor?
Nos han hecho creer que el miedo a los migrantes es cultural, económico o de seguridad, pero en el fondo es aporofobia: rechazo al pobre, al que llega sin nada, al que no tiene poder ni influencias.
La clave está en encontrar el equilibrio: trabajar con amor, pero también saber cuándo parar, cuándo delegar, cuándo dar espacio a otros para continuar la tarea.
Un bordillo es el punto donde las historias se encuentran y los recuerdos se quedan a vivir. En ese pedazo de cemento, se es Caribe en su estado más puro.