La juventud es uno de los bienes más queridos de toda sociedad, los jóvenes representan el futuro del país.
En sus manos está el destino de todos nosotros, pues son ellos los llamados a tomar las riendas de la nación a la vuelta de unos años.
En Colombia los jóvenes representan un poco más del 20 por ciento de la población, se trata de un sector muy valioso que requiere de mucha atención y cuidado.
Es por ello que todo hecho que involucre la integridad y la vida de un joven causa conmoción y genera reflexión, como acaba de suceder con una joven barranquillera del Norte de la ciudad, quien ayer tomó la fatal decisión de suicidarse.
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La sorpresiva muerte de la joven produjo consternación en la ciudad, no sólo por la forma cómo ocurrieron los hechos, sino por tratarse de una joven de apenas 22 años, quien tenía toda una vida por disfrutar, al lado de sus seres queridos.
En Argentina, otra joven es protagonista de un hecho violento que también ha conmovido a ese país.
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La joven de apenas 19 años asesinó a su ex novio, sin que hasta el momento haya claridad acerca de los motivos que la llevaron a tomar esa fatal decisión.
La familia de la joven ha salido ante los medios de comunicación a solicitar un poco de piedad y comprensión para con ella, quien se haya recluida en un centro médico psiquiátrico.
Las acciones cometidas por ambas jóvenes, una en Barranquilla y otra en Argentina, muestran que algo estamos haciendo mal a la hora de atender y escuchar a nuestros jóvenes.
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En algo estamos fallando como sociedad para que algunos de ellos estén tomando decisiones tan erradas y tan difíciles de entender, pues resulta tan absurdo atentar contra la propia vida, cómo hacerlo contra la vida de otra persona.
Ambas tragedias indican que hay alarmas encendidas que muestran que no estamos escuchando las voces de nuestros jóvenes.
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Un poco de diálogo no caería mal. Un poco de comprensión vendría bien. Tenemos que acompañarlos en esta etapa tan hermosa y tan compleja de sus vidas. Tenemos que estar ahí cuando nos necesiten.
No se trata,ni más faltaba, de asignar responsabilidades de forma individual por los lamentables hechos ocurridos en Barranquilla y en Argentina.
Se trata de llamar la atención a toda la sociedad para que arropemos a nuestros jóvenes, escuchemos sus peticiones, seamos más comprensivos con sus actos y sirvamos como orientadores para que, en la medida de lo posible, tomen decisiones acertadas. Algunos de ellos lo único que piden es ser escuchados. Nada más. Es probable que para nosotros signifique poco, pero para ellos significa mucho.
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