¡Ni una más porfavor! Columna de Óscar Montes

La cifra vuelve a ser escandalosa: nueve mujeres han sido asesinadas por sus esposos o compañeros permanentes en lo que va de 2018 en el Departamento del Atlántico. 

Es una estadística alarmante, que debe llevar a las autoridades y a la sociedad en general no sólo a redoblar esfuerzos para poner fin a este flagelo, sino a reflexionar sobre las verdaderas causas de tan reprochable conducta.

¿Cuál es la razón para que el Atlántico tenga el vergonzoso honor de ser uno de los departamentos con mayor número de feminicidios del país? ¿En qué estamos fallando? ¿Qué estamos haciendo mal como sociedad?

El maltrato a la mujer es reprochable, condenable e inadmisible. Todo caso debe ser denunciado ante las autoridades no sólo por la víctima, sino por todas aquellas personas que tengan conocimiento del hecho.

Un caso de abuso o maltrato denunciado podría evitar un asesinato posterior. Todos los asesinos de sus parejas este año en el Departamento tenían antecedentes como maltratadores de sus víctimas o de sus parejas anteriores. Es decir, esos crímenes se pudieron evitar.

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La sociedad no puede seguir siendo tolerante con los potenciales asesinos. Tiene que dejar de ser cómplice. Nada justifica nuestro silencio. Nada justifica nuestra indiferencia. Nada justifica permanecer al lado de un maltratador. A las víctimas tenemos que rodearlas y acompañarlas para decirles que no están solas, que la sociedad está con ellas. Dejarlas solas es contribuir con más impunidad y claro, con más crímenes.

Las autoridades deben hacer mayores esfuerzos en las campañas por crear conciencia sobre la gravedad del flagelo. Hay que incrementar muchísimo más las visitas a los barrios y las reuniones con la comunidad para escuchar a quienes quieren denunciar los abusos por parte de sus parejas.

Hay que ofrecerles a las víctimas facilidades para que denuncien a sus agresores, como líneas telefónicas o páginas web. 

Todo lo que haya que hacer es poco para evitar más asesinatos de mujeres en nuestro Departamento.

Y en cuanto a los victimarios, debe caer sobre ellos todo el peso de la Ley sin ningún tipo de contemplación.

Deben saber que sus crímenes no quedarán impunes y que pagarán por ellos. El Atlántico tiene que dejar de ser territorio abonado para el maltrato a la mujer y para los feminicidios. Esa mancha debe desaparecer cuanto antes. Todavía estamos a tiempo para reaccionar y poner fin a semejante lastre social. ¡No más mujeres maltratadas en el Atlántico. Ni una más!