"El derecho del autor", editorial de Ana Cristina Restrepo
En el editorial de este martes en Vive Medellín, Ana Cristina Restrepo habló sobre el Día Internacional de la Propiedad Intelectual.
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Este es el Editorial de Ana Cristina:
Pretensioso quien se cree Adán. Quien cree que nadie lo ha precedido, que es el primero en pensar, en decir, en hacer algo.
Hoy se celebra el Día Internacional de la Propiedad Intelectual. La “Propiedad Intelectual” es la protección legal sobre toda creación del talento o del ingenio humano, dentro del ámbito científico, literario, artístico, industrial o comercial. En Colombia, la Propiedad Intelectual es protegida por la legislación.
Mientras se amplían los límites del acceso a la cultura a través de los avances de la tecnología y la web, se busca con lupa y se condena la violación de ese bien “sagrado” conocido como la “Propiedad Intelectual”. Abogados, consultores y conferencistas recorren el mundo advirtiendo de los peligros del plagio y sus consecuencias legales. Un texto plagiado que circule en Internet equivale a un delito de lesa intelectualidad: ¡jamás prescribe!
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En los colegios y las universidades discutimos si se considera que un alumno cometió plagio después de la tercera línea, del primer párrafo o de la primera página copiada. ¿Elevo el pulgar y dejo impune su falta? ¿Apunto hacia abajo y lo envío a consejo académico?
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La difusión del conocimiento, el contacto tan íntimo y permanente que favorece internet, tiene una trampa: el eco de los contenidos y sus múltiples ondas o variaciones.
El Día de la Propiedad Intelectual es una buena excusa para recordar el respeto de los derechos de autor, sí, pero también para no perder de vista lo elemental: detrás de nosotros y lo que hacemos hay una historia. Alguien nos precede, nos ha enseñado, con o sin intención. A alguien nos parecemos o nos hemos querido parecer alguna vez, por más originales y creativos que seamos.
Reproducir es un mandato de la naturaleza para conservar la especie… no solo en el sentido biológico.
En este micrófono puedo decir “cumpleaños feliz” pero no lo puedo cantar con ritmo porque probablemente Sayco Acinpro me reclamaría por los derechos de autor.
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De acuerdo con los ortodoxos inflexibles de los derechos de autor: infringe la norma el adolescente que se viste como su estrella de rock favorita, tanto como las niñas que copian coreografías de porristas gringas en los patios de la escuela. Delincuentes son los espejos que reflejan una imagen “original”.
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¿Es pecado aspirar a un gol como los de Lionel Messi, una cesta como las de Kobe Bryant o un servicio como los de Serena Williams?
Bailar como Fernando Montaño, cantar como Chavela Vargas, dibujar como José Antonio Suárez, escribir como Porfirio Barba Jacob o actuar como Alejandra Borrero son aspiraciones legítimas.
Los derechos de autor merecen respeto y acato, pero reflexionar en torno a ellos no se puede reducir al control obsesivo de la propiedad intelectual. Al castigo y la restricción.
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Y es que todo autor tiene un derecho, jamás estipulado por ninguna norma: el derecho a que sus admiradores le rindan un homenaje.