¿Carrera diplomática para qué?: editorial de Ley del Montes
Editorial de Óscar Montes en Vive Barranquilla.
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Hay una frase célebre que muestra en toda su dimensión la realidad de lo que acontece con nuestro cuerpo diplomático y con los delegados del Presidente ante los distintos países del mundo, ya sea en embajadas o en consulados. Dicha frase dice que nuestros diplomáticos no son nombrados para prestar un servicio al país, sino por los servicios prestados al Presidente de turno. Y así es.
Por cuenta de los servicios prestados al Presidente de turno –o simplemente por hacer parte de la rosca de sus amigos y familiares- nuestros diplomáticos –con contadas excepciones- carecen de la idoneidad que se requiere para desempeñar a cabalidad las funciones que corresponden al cargo que desempeñan.
Gracias al amiguismo presidencial –o a las recomendaciones de congresistas cercanos al Gobierno- nuestra delegación diplomática pocas veces está a la altura de las circunstancias, pues carece de la experticia y la capacidad necesaria para desempeñar de forma óptima sus funciones.
En La Haya, por ejemplo, Nicaragua nos rapó una buena porción del mar territorial de San Andrés, por cuenta de que nuestra delegación diplomática durante muchos años jamás tuvo conocimiento de cómo es que debían mover los hilos para defender lo que nos pertenecía. Nicaragua –en cambio- hizo muy bien su tarea, con un cuerpo diplomático que durante muchos años supo defender muy bien sus intereses.
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La Carrera Diplomática y Consular –que en casi todos los países del mundo sirve para formar a las delegaciones diplomáticas- en Colombia es un rey de burlas. Nadie la respeta, empezando por el Presidente, que premia a sus amigos o familiares con cargos diplomáticos por los servicios que le prestaron y no para que presten un servicio al país. Prueba de ello es que según la Asociación Diplomática y Consular de Colombia, apenas el 20 por ciento de nuestros embajadores hacen parte de la Carrera Diplomática.
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Por ello encontramos embajadores y cónsules que no tienen la menor idea de cuáles son sus funciones. Algunos –la mayoría- llegan a hacer negocios o a contactar a futuros socios comerciales. Otros a mejorar su pensión. Otros a disfrutar de los placeres que les brinda ser el delegado del Presidente ante el Gobierno de ese país.
Por cuenta de la designación del presentador Carlos Calero, como cónsul en San Francisco, Estados Unidos, volvió a generarse una gran controversia nacional, debido a que el nuevo diplomático carece de la idoneidad que se requiere para desempeñar el cargo. Una de las tareas que tendrá que cumplir el cónsul es la de promover el posconflicto y buscar nuevos socios comerciales que nos permitan incrementar negocios y apertura de nuevos mercados.
Todo el escándalo pudo evitarse si la Cancillería escogiera al cuerpo diplomático por méritos y no por amiguismo o recomendaciones políticas. O mejor dicho: si se nombra a nuestros diplomáticos para que presten un servicio al país y no por los servicios prestados al Presidente de turno.