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Aceptar nuestros errores es un acto de grandeza: reflexión de Linero

Reconocer los errores no es un signo de debilidad, al contrario, es un acto de madurez y grandeza. Es una forma honesta de asumir nuestro proceso de desarrollo personal.

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Alberto Linero
Foto: Blu Radio

Creo que soy mejor persona desde que, con serenidad, con objetividad y amor, reconozco mis errores. Nada nos hace más daño que justificar lo que todos sabemos que está mal o intentar defender una acción que no resiste un análisis ético.

Entiendo que la razón principal por la que nos negamos a aceptar nuestros errores es el miedo: miedo a perder valor, a no sentirnos reconocidos o simplemente a asumir que no somos perfectos. Lo triste es que, muchas veces, encontramos personas que nos apoyan en esa negación. Áulicos, cómplices o quienes creen que es mejor engañarnos que decirnos la verdad.

Reconocer los errores no es un signo de debilidad, al contrario, es un acto de madurez y grandeza. Es una forma honesta de asumir nuestro proceso de desarrollo personal.

Quiero plantearte tres beneficios fundamentales de hacerlo:

  1. Nos libera y nos permite crecer: aceptar los errores nos quita un peso enorme de encima. Nos libera de la carga de mantener apariencias, de sostener mentiras o de vivir con la ansiedad de ser descubiertos. Cuando reconocemos nuestras fallas, nos damos la oportunidad de aprender y mejorar. Cada error es una oportunidad de crecimiento, una lección que nos hace más sabios y más fuertes.
  2. Fortalece nuestras relaciones: ser honestos con nuestras equivocaciones genera confianza y credibilidad. Las personas que nos rodean valoran más a alguien que admite sus errores que a quien los oculta o los justifica. Cuando reconocemos que nos equivocamos, abrimos espacio para la reconciliación, el diálogo y la construcción de relaciones más auténticas.
  3. Nos convierte en mejores líderes y referentes: las personas que inspiran no son aquellas que fingen perfección, sino las que muestran su humanidad con transparencia. Al reconocer nuestros errores, enseñamos con el ejemplo que la humildad y la responsabilidad son valores esenciales. En cualquier ámbito — familiar, laboral o social —, ser capaces de aceptar nuestras fallas nos hace más respetados y más dignos de confianza.

Te invito a que te hagas esta pregunta: ¿Qué error necesitas reconocer para seguir creciendo? No temas, el mayor acto de valentía es aceptar la verdad y decidir hacerlo mejor.