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Divina Providencia, hogar de paso donde miles de venezolanos calman el hambre

A un kilómetro del puente Internacional Simón Bolívar, más de 100 voluntarios trabajan para saciar diariamente las necesidades de más de 4.000 migrantes.

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Foto: Blu Radio - Hogar paso Divina Providencia / Cortesia Hogar Divina Providencia

En medio de las calles empolvadas del barrio ‘La Parada’ de Cúcuta, una puerta azul de 3 metros de alto por 6 de largo se convierte, para los migrantes venezolanos, en la entrada a un oasis donde se olvidan de la crisis de su país y llenan sus estómagos después de caminar varias horas.

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Se trata del hogar de paso La Divina Providencia, un lugar coordinado por la arquidiócesis de la capital del Norte de Santander y donde se sirven más de 4.000 raciones de alimento que calman el hambre a quienes buscan algo qué comer.

En medio de tiendas de barrio y cerca de una cancha que tiene pocos árboles, pero que usan los migrantes para dormir, este espacio se ha convertido, como ellos mismos dicen, en un “milagro de Dios en la tierra”.

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Muy de madrugada, desde las 4:00 de la mañana, más de 100 voluntarios hacen que las grandes ollas comiencen a retumbar entre cucharones y fogones de gas que con el paso de los minutos son las portadoras de sazones únicos que son valorados como tesoros.

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En medio de cuadros de la Virgen María, la madre Teresa de Calcuta y el papa Francisco, las manos de los chefs improvisados se escuchan como un aguacero tras hacer sonar las tablas picando cebollas, pelando papas, quebrando huevos y cortando presas. Cada uno de estos bondados seres dan lo mejor de cada uno.

Cuando los olores comienzan a brotar de la gran cocina, afuera del hogar de paso las filas se hacen largas. Allí, miles de migrantes buscan saciar su hambre para continuar su recorrido hacia el interior del país.

Otros comensales simplemente pasaron la noche en Cúcuta para trabajar de manera informal y así ganar dinero para llevarle a su familia en el estado Táchira.

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Esto lo hacemos por iniciativa del padre David Cañas, con orden de monseñor Víctor Manuel Ochoa, donde se pretende no dejar a nadie sin comer, no solamente alimento material, sino también espiritual”, afirma Jean Carlos Andrade, asesor jurídico de la Diócesis de Cúcuta y coordinador del hogar de paso.

A las 6:00 de la mañana la gran puerta azul se abre. Media hora después, cuando las mesas largas están repletas, se hace una oración para bendecir los alimentos y hasta las 8:30 se sirven más de 4.000 desayunos.

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Posteriormente, a las 10:00 de la mañana, se comienzan a repartir otras fichas para el almuerzo. A las 10:30 se permite el ingreso y se repite la oración, hasta que se sirven más de 4.000 almuerzos hasta las 2:00 de la tarde.

“Diariamente llegan historias diferentes. Hay abuelos, pacientes de alto costo, niños y mujeres embarazadas”, asegura Jean Carlos.

Las ayudas llegan a este hogar gracias a la caridad de la ciudadanía, las gestiones del padre David, así como por el apoyo de los empresarios y microempresarios de Cúcuta que aportan su ‘grano de arena’.

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“Cabe resaltar la labor del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, que hace esto posible”, agrega el coordinador del hogar.

Mensualmente, por este hogar de paso, más de 1.000 voluntarios prestan sus servicios. Entre ellos hay ciudadanos venezolanos que lo hacen por un convenio con la diócesis que les da el alimento y 90.000 pesos mensuales.

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“Para nosotros quizá es poco, pero para ellos es una gran ayuda porque pueden llevar comida a sus familias y ese dinero sirve para sus necesidades básicas mientras se ubican laboralmente”, cuenta Jean Carlos.

Sumado a los alimentos, en la Divina Providencia se hacen eucaristías, se dan consejerías para familias, además de jornadas de salud para quienes lo requieran.

En el hogar de paso no se discrimina a nadie. Allí también llegan ciudadanos colombianos, habitantes de calle y personas con necesidades que no tienen con qué llenar sus estómagos.

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“En nuestra base de datos tenemos el registro que hemos ayudado a más de 22.000 personas diferentes, de las cuales solo 200 son colombianos. Aquí no tenemos problema en ayudar porque es nuestra misión: servir con caridad”, asiente Jean Carlos.

“Atentemos, diariamente, a más de 1.000 niños de los cuales el 80 por ciento están en condición de desnutrición pues sus padres no consiguen alimentos del otro lado de la frontera. Es doloroso”, agrega.

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Finalmente, a las 2:30 de la tarde, cuando los más de 4.000 comensales ya se han ido, la jornada maratónica es para lavar los platos, las cucharas y las grandes ollas, asear la cocina, los baños y limpiar las mesas. Todo debe estar en orden para comenzar el otro día a las 4:00 de la madrugada, cuando la jornada de generosidad y solidaridad reinicia.

Es una labor que no cansa porque se hace con amor, con amor a ellos que tanto lo necesitan”, concluye Jean Carlos.

 

 

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