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El día que enterré a mi esposo, perdoné a quienes lo secuestraron: Yolanda Pinto

Ante la JEP, la viuda del exgobernador de Antioquia Guillermo Gaviria, rindió testimonio tras el secuestro y posterior asesinato.

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Foto: Yolanda Pinto / JEP
¿Qué los motivó a hacerlo? ¿Qué daño les estaba causando don Guillermo para que lo secuestraran y después lo asesinaran si él era más útil a Colombia vivo, y

a la causa de los más necesitados que son los que supuestamente defendía las Farc?

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Esto preguntó, ante magistrados de la JEP Yolanda Pinto, viuda de Guillermo Gaviria, quien, con mirada precisa a su auditorio y algunos movimientos en sus manos, rendía testimonio pasada la crueldad a la que fue víctima el exgobernador de Antioquia.

Yolanda, 15 años después del asesinato de su esposo, habla de perdón, de un perdón que, envuelto en melancolía, permite escapar visos de sonrisas cuando recuerda las cosas que gustaba a su compañero de vida, con quien en su momento incluso, fueron tenidos en cuenta para obtener un Premio Nobel de la Paz, un perdón que ella dice entregó, mientras su amor cruzaba la línea que acaba con la vida terrenal.

“El día que enterré a mi esposo, en las exequias, les ofrecí el perdón a quienes lo asesinaron. Yo no sé si ellos se enteraron, pero yo descansé y he podido vivir tranquila. Ellos, después, me pidieron perdón”, dibuja con sus palabras para lanzarse a hacer frente al dolor con lo que siente, pudo haber hecho su esposo por el país.

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Ese día, cuando fue secuestrado, junta al asesor de paz Gilberto Echeverri, Guillermo compartió con los antioqueños en medio de la Marcha de la No Violencia. Fue plagiado, sin pudor, por parte de los subversivos, sin temor a represalias por parte de quien se apoderó del líder político que recientemente tuviera el cargo de gobernador, y llevado para ser posteriormente asesinado. Pero Yolanda Pinto de Gaviria, no lo piensa dos veces: cuando tiene la certeza de lo que pudo haber hecho su esposo por su tierra, por los suyos, por los que veían más allá de los fusiles y el espantoso sonido de las lágrimas de mujeres atormentadas entrelazadas por la guerra, don Guillermo, para Yolanda, podía aguantar incluso, el tortuoso sufrimiento de un cautiverio.

“Voy a decir algo que suena muy cruel y egoísta, tal vez, pero sincero. Guillermo era un hombre lleno de vida, Guillermo era un hombre que no se achicaba ante la adversidad, Guillermo era un hombre emprendedor, entusiasta, comprometido. Hubiera durado, hubiera sido capaz de resistir esa crueldad hasta que lo hubiéramos sacado vivo. Pero hubo un absurdo operativo de rescate hizo que fuera asesinado por quienes lo tenían secuestrado”.

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<<El diario de un gobernador secuestrado>> pieza literaria que conserva las dedicatorias a su esposa, es un símbolo de la esperanza que para Yolanda vale como una joya que pretende renacer en armonía la visibilidad de quienes también sufrieron la guerra, de quienes diariamente y en el anonimato, recibían cachetadas de ausencia y duelos eternos sin hallar un mínimo de condolencia. De esas personas que allá, en esos municipios, corregimientos, veredas y espacios alejados de una calle pavimentada, sufrieron, y aún recogen el dolor con sus labios apretados y los ojos caídos.

“Ese es otro de los grandes dolores míos, de ver que una persona tan llena de vida, con tantos deseos de vivir, con tantos deseos de servir, de hacer por esta patria y por su tierra que tanto amaba: Antioquia. Hubiera perdido la vida en tan crueles circunstancias. Es uno de los grandes dolores que me acompañarán toda la vida. De lo que nos privaron, de quién nos privaron, de un verdadero líder y de un hombre que quería ayudarnos a encontrar otros caminos al de seguirnos asesinando”

Desde un auditorio y frente a la Justicia Especial para La Paz, Yolanda habla de eso: de Paz. Le envía mensajes a quienes acabaron con la vida del hombre que la tomó de la mano, les dice que se reconcilien desde adentro, que hagan de la sinceridad un objeto de tanto valor, que permita una conciliación con el tiempo y con las víctimas.

“Quiero pedirle a las Farc algo muy especial: si a Guillermo lo secuestraron y lo asesinaron defendiendo la filosofía de la no violencia, yo quiero que las Farc o por lo menos los 31 jefes de ese grupo guerrillero que hoy forman parte de un partido político, se sometan a un entrenamiento en no violencia, con un entrenador mundial en no violencia. Yo quiero que ellos le pidan perdón sincero a los colombianos. A esas víctimas tan olvidadas de tantos rincones de Colombia, que de verdad vayan allá sin poner por delante lo que haya podido hacer el estado de equivocado o no”.

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Antioquia insiste, a través de los años y tras ser uno de los ejes donde la violencia fue pan de cada día para ofrecer al país testimonios de perdón, en medio de la vida resiliente que traduce en sonrisas y personas “buena papa”, lo que es sentir dolor, sanar, levantar la cabeza, y caminar al frente, porque en ese trayecto, las manos se juntan y se entrelazan para formar una verdadera cadena de esperanza. Don Guillermo, para su esposa, habría sido la muestra perfecta y quien pudo haber sido la cabeza y el corazón de esa unión de piezas fortalecidas en la búsqueda de un nuevo y mejor país.

 

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