“La bala que mató al presidente de la Corte vino del Estado”: libro reabre la herida del Palacio
El libro Perdida en el fuego es una investigación que reconstruye minuto a minuto los hechos mediante inteligencia artificial y análisis forense
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Han pasado cuarenta años desde la toma y retoma del Palacio de Justicia, y aunque las generaciones más jóvenes apenas conocen el episodio por los libros o documentales, sus sombras siguen proyectándose sobre la historia nacional. El 6 y 7 de noviembre de 1985, Colombia enfrentó dos días de horror que dejaron cicatrices en la memoria colectiva. Hoy, la conmemoración no solo busca recordar, sino también entender por qué aún no se ha dicho toda la verdad.
En conversación con El Radar, el antropólogo David Marín García presentó su libro Perdida en el fuego, una investigación que reconstruye minuto a minuto los hechos mediante inteligencia artificial y análisis forense. Marín confesó que su obsesión con el tema comenzó en su infancia, cuando escuchó a su madre hablar de un misterioso material oculto en un armario. “Con los años entendí que aquello estaba relacionado con el Palacio, y desde entonces no he dejado de buscar la verdad”, relató.
El libro de Marín plantea una conclusión que reabre viejas heridas: el magistrado Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema, murió por una bala disparada por un arma oficial. “Los resultados de balística muestran un proyectil de 9 mm, disparado por una subametralladora que solo tenían las fuerzas del Estado”, explicó. Esta afirmación derrumba la versión histórica del “fuego cruzado” que durante años justificó su muerte como un daño colateral.
El antropólogo advierte que el edificio del Palacio no permitía el ingreso de balas desde la posición donde estaba el Ejército, lo que cuestiona la narrativa oficial. “No se trató de un enfrentamiento. Hubo un momento de alto al fuego y, aun así, el presidente de la Corte cayó abatido. ¿Por qué no se detuvo el fuego si quien lo pedía era uno de los tres poderes del Estado?”, se pregunta Marín.
Más allá de la precisión técnica, el libro invita a mirar el hecho desde su dimensión moral y política. “Nos cuesta aceptar que una fuerza oficial del Estado cogió a otra y la aniquiló. ¿Cómo construir un país sin aceptar eso?”, afirmó Marín, dejando en el aire una de las frases más duras de la entrevista.
Para el investigador, Colombia aún vive bajo la sombra de un silencio institucional. Los archivos, dice, no fueron destruidos por el fuego, sino por el abandono: “El archivo del Palacio no se quemó, lo dejaron pudrirse”.
A 40 años del holocausto, la verdad sigue incompleta y la herida abierta. El libro Perdida en el fuego no solo reconstruye las horas del horror, sino que interpela al país entero sobre su incapacidad para mirar de frente sus propios fantasmas.
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