El papa Francisco llegó a Lisboa para presidir, como vicario de Pedro, las 38 Jornada Mundial de la Juventud en que espera reunirse con un millón y medio de jóvenes católicos . Creyendo que este fervor juvenil sea para, según sus palabras: "para el Viejo Continente un impulso de apertura universal". Además de afirmar que la tarea de es “aportar, en el escenario internacional, su originalidad específica, esbozada en el siglo pasado cuando, desde el crisol de los conflictos mundiales, encendió la chispa de la reconciliación, invirtiendo el sueño de construir el mañana con el enemigo de ayer, de lanzar caminos de diálogo y de inclusión, desarrollando una diplomacia de paz que apague los conflictos y alivie las tensiones, capaz de captar los más tenues signos de distensión y de leer entre los renglones más torcidos".
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En la tarde ayer se reunió con 13 víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos en ese país. A los que escuchó y a los que les pidió perdón. Recordemos que una investigación de febrero mostró que desde 1950 ha habido 4.815 personas de víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos.
Francisco, obispo de Roma, ha insistido en el daño irreparable que causa a las víctimas y a la comunidad este tipo de comportamientos delictivos y pecaminosos. Teniendo claro que la tolerancia cero que se ha impuesto desde Roma tiene que comenzar porque la comunidad toda entienda que esconder este tema hace tanto daño como execrables actos.
Estoy convencido que la actitud de Francisco es un aire fresco para una iglesia que a veces quisiera parecer un museo como él mismo ha dicho en el sínodo de la familia “la Iglesia no es un museo sino un lugar para el progreso. Como católico celebro la participación de los jóvenes, pero centro mi esperanza en el sínodo de octubre donde espero que se deje soplar al Espíritu que todo lo renueva.