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"Necesitamos tertuliar más y pelear menos"

El humor y la ironía como manifestaciones de enfrentar las duras realidades están siempre presentes en las tertulias

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Alberto Linero
Foto: cortesía Alberto Linero

Ayer leí una nota periodística sobre una “librería de libros leídos” llamada Palinuro, ubicada en Medellín; en la nota se decía que esta era la transformación de una tertulia. Yo no la conozco, pero me quedé con el compromiso de conocerla, porque me suena a una de esas batallas quijotescas que valen la pena, porque son experiencias que llenan de sentido la vida en esta contemporaneidad tan marcada por la tecnología.

Me emocioné porque esa actividad cultural en este tiempo de pantallas y de aparatos que buscan sustituir el encuentro y el contacto físico, quizá no es tan común. Recordé las tertulias de teología que teníamos en el Seminario de la Costa, o las de los jueves de dominó en Barranquilla con amigos como Álvaro Dada, Richard Castell, Juan Pablo Piedrahita, el desaparecido maestro Andrés Salcedo y Hollman Varela.

La tertulia es definida como una “Reunión de personas que se juntan habitualmente para conversar o discutir sobre una determinada materia o sobre temas de actualidad, normalmente en un café”. Es juntarse para compartir, para hablar e informarse, pero, sobre todo, para gozarse el encuentro con los otros. Me gustan las tertulias porque no son espacios para imponer verdades, ni para someter a los otros a insultos, ni para exponer cómo el sentimiento de inferioridad en algunos se compensa con prepotencia y sobradez. Allí se escucha, se debate con argumentos y se aprende.

Se requiere ir preparados sobre el tema que se propone, o para poderle preguntar al invitado especial que se tenga. Es la combinación de la humildad de quien siempre está dispuesto a aprender, con la seguridad del que, en medio del mar de incertidumbres, va encontrando puertos de certezas y las quiere compartir con los demás.

Necesitamos tertuliar más y pelear menos; compartir el saber en vez de querer mostrar que somos los mejores. El humor y la ironía como manifestaciones de enfrentar las duras realidades están siempre presentes en las tertulias, -por lo menos en las del Caribe que son las que conozco-. No tienen la formalidad de los seminarios o congresos, ni la rigidez de los cursos, son simplemente el arte de sentarse a conversar en serio.

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