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Entre el drama y la valentía: historia de un hombre que tiene VIH desde hace 19 años

Portar este virus llevó a Jorge Cruz a convertirse en un activista que lucha por acabar con el estigma entorno al VIH.

La mirada de Jorge es vidriosa y siempre está clavada al piso. Tiene labios resecos y cabello negro que se empieza a llenar de canas. Acaba de cumplir 45 años, habla muy despacio y a veces corta las frases. Le gusta montar en bicicleta y escuchar rock. Nadie que se cruce con Jorge en la calle pensaría que es portador de VIH.

Afuera es gris y adentro caen las sombras de una tarde bogotana. Jorge Cruz, a quien hace 19 años le diagnosticaron la enfermedad, cuenta su historia.

“Me diagnostico con VIH en el momento en que me dio dos tuberculosis al mismo tiempo. En un puesto de salud en Manizales un médico me sugirió hacerme la prueba y salió reactiva. Esto lo pone a uno a cuestionarse mucho”, dice.

Desde entonces, la vida de Jorge se partió en dos, como un pedazo de madera. Le cambió. Los minutos corrían más rápido porque nunca había estado “tan cerca de la muerte”.

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“Busqué a personas con las que había tenido enemistades para reconciliarme, pensé que viviría solo un año y no quería irme peleado con nadie. Pensé que esto les pasaba a muy pocas personas, pero cuando llegué al grupo de apoyo encontré a señoras y a niños, fueron muy amables. Tuve nuevos amigos y se me salió de la mente que me iba a morir”, cuenta.

Empezó a luchar jurídicamente, a poner tutelas para adquirir los tratamientos necesarios que le permitieran tener una calidad de vida digna. En esa época, finales de 1999, el proceso era lento para que los médicos lo revisaran. Él nunca se rindió.

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“Una persona con VIH desarrolla síntomas cuando tiene una fase aguada y las defensas se empiezan a bajar y a dar gripa. La infección se da por tres vías que son relaciones sexuales sin protección, de la madre al hijo en el momento del parto o por contacto con sangre infectada”, explica este activista que quiere acabar con el estigma entorno al VIH.

Estudió una tecnología en administración en salud para ayudar a muchos que como él alguna vez recorrieron caminos oscuros y sin salida. Capacita a personas en prevención del VIH y procesos sociales. Enseñar es una de sus grandes pasiones.

“La vida de una persona que vive con VIH es como la de cualquiera. Trabajamos, otros estudian. Hay ingenieros, doctores, amas de casa. Tienen las mismas preocupaciones. Es una vida normal, solo que tiene ciertos cuidados. Yo me tomo una pasta en la mañana y otra en la noche, voy al médico cada mes y debo hacerme los exámenes de rigor cada 6 meses”, manifiesta.

Para este manizaleño, el bienestar emocional de una persona portadora del virus depende del acompañamiento de la familia, los amigos, la pareja, de esa gente que la quiere. Además, del tratamiento que los especialistas le formulen.

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“Somos personas comunes y corrientes, lo único es que estamos en un tratamiento de una enfermedad crónica. Pueden compartir como con cualquier persona”, expresa Jorge, para quien la soledad es su principal compañía.

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