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Luego de 15 años, Bojayá se prepara para exhumar sus muertos

Este 3 de mayo iniciará la exhumación de los cadáveres que dejó esta masacre.

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Blu Radio. Bojayá / Foto: Blu Radio

Con antorchas y un recorrido desde el parque principal al cementerio del nuevo Bellavista, cientos de sobrevivientes caminaron y cantaron por sus muertos caídos durante el enfrentamiento entre las Farc y el Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas el 2 de mayo del 2002.

 

Algunas mujeres caminan descalzas por las calles mojadas, esperan que a partir de esta semana se inicie en cabeza del Instituto de Medicina Legal y la Fiscalía General de la Nación, la exhumación de cuerpos en Riosucio, Vigía del Fuerte, Loma Rica y en el antiguo Bellavista para poder establecer las verdaderas identidades de sus seres queridos.

 

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El proceso comienza el 3 de mayo, Colombia y el mundo deben saber que esto va a ocurrir, sin embargo, queremos que en el terreno no haya presencia los medios de comunicación por respeto de nuestras familias”, dice Delis Palacios, víctima de la masacre.

 

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Las exhumaciones se realizarán durante un mes y todo el proceso de identificación e individualización se espera que esté concluido en cuatro o siete meses.

 

Ojalá nosotros podamos tener en retorno de los cuerpos de todos nuestros seres queridos”, cuenta Delis. 

 

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Hubo cuerpos que no se recogieron por miedo

 

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Ana Roseri Díaz Cuesta, perdió a una sobrina con cuatro hijos, una nieta y su exmarido; ella no estaba en el pueblo, pero al día siguiente llegó a recoger sus muertos y a sufrir como los demás.

 

Fue un momento muy duro, a mí no me gusta ni recordarlo porque cuando uno habla de eso, se está como en el primer día”, cuenta con amargura.

 

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Sentada en el recinto parroquial del pueblo dice que a Bojayá lo que le interesa es que cada quien sepa cuál es su cuerpo, su muerto y que cada quien le dé su entierro.

 

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Yo estoy de acuerdo que comiencen el tres de mayo, que es el mes de las madres y fue la época de la masacre, es el mes que debemos ocupar para la contabilidad de nuestros muertos”, sostiene.

 

Muertos de Bojayá por todos lados

 

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Se toma la barbilla y señala con el dedo varios puntos del piso y dice: “es que encontraron muertos de aquí, en Riosucio, en Vigía del Fuerte ¿quién los llevó?”.

 

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Insiste en que a muchos de los habitantes del pueblo no les quedó claro la identificación de los cuerpos de sus seres queridos, porque las personas quedaron irreconocibles y otros desaparecieron.

 

También mujeres embarazadas que alumbraron en el momento de la masacre y esos bebés no aparecieron”, cuenta.

 

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Mi esposo y mi nieta

 

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Ana Roseri Díaz se refiere a su esposo, una de las víctimas de la masacre, como una buena y graciosa persona.

 

Él se ponía a bailar reggae o champeta con botas y entonces le decían sus amigos: le falta, le falta, y él respondía: ¡qué va! a mí me pesan son las botas”, dice.

 

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Le gustaba que su uniforme estuviera bien planchadito para ir a la escuela todos los días. Ella decía que iba hacer bonita que cuando grande sería una maestra”, cuenta mientras y aprieta sus labios.

 

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Doña Liboria y sus siete hijos

 

Se levanta de la silla, doña Ana Roserí, mujer de 66 años de edad y madre de 8 hijos, todos sobrevivientes de la tragedia, con voz adolorida dice: “Doña Liboria tenía siete hijos murió también en la masacre, a donde ella llegaba, iba con todos sus niños”.

 

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La señora Díaz cuenta que la difunta tenía el dicho que cuando se muriera lo haría con todos hijos.

 

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A la casa que llegue y me den comida a mí y a mis hijos no, yo no voy más, porque primero le tienen que dar a ellos. Ella era una señora grandota y avispada”, dice doña Ana Roserí, abriendo sus grandes ojos.

 

Así como quedó el cristo de la iglesia, así quedaron varios cuerpos

 

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Para Ana Roserí, que dice ser religiosa y apasionada por los vallenatos de Diomedes Díaz, el cristo que perdió las manos y los pies en la masacre era hermoso, además, agrega que así como quedó de destruido ese cristo, tal cual quedaron muchas de las víctimas de esta masacre.

 

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Hubo cadáveres que no tenían ni pies, ni manos, apenas el tronco; a otros les faltaba un pie, una mano o la cabeza”, cuenta.

 

La esperanza de un mejor mañana

 

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A Ana le encanta el pescado con escamas y en sancocho, se derrite por los amaneceres y los atardeceres en el campo.

 

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Me gusta ver cómo se esconde el sol, le tomo fotos y me recuerda las tardes de Turbo, cuando se clavaba en el mar y decía: El sol se fue a bañar”, narra Ana, mientras observa el río Atrato.

 

Dice que espera que sus hijos sean unos profesionales y le pide a Dios que estén bien organizados.

 

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Estoy luchando por una casita que no he podido, Dios me va ayudar para dejarles algo”, concluye. 

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