Respeto a todos los que creen que no existen los milagros y entiendo que todo tiene una posible explicación científica, pero eso no implica que no podamos encontrar en esas acciones un significado, un valor espiritual.
Queramos o no, estos ritmos urbanos llegaron para quedarse y no podemos despreciarlos, pero sí tenemos que posibilitar que los jóvenes adquieran el criterio que les permita saber elegir a quién escuchan.
Mientras no entendamos que hay temas que nos tienen que unir para dar respuestas contundentes, no saldremos adelante. El hambre no conoce colores políticos, ni credos religiosos, afecta a todos y como sociedad tenemos que trabajar para vencerla.
Esta semana, en un bus de TransMilenio, parejas incluso bailaron al interior del bus. Es allí cuando tenemos que preguntarnos: ¿Y el distanciamiento físico? ¿Y las medidas de bioseguridad?
Es viral la historia de Carlos Acutis, un joven italiano que va con sus tenis camino al santoral católico. Lo que hay que aprender de él está en sus valores espirituales, a prueba en las situaciones más duras.
A un debate de ser Ley de la República está el proyecto que busca erradicar cualquier método de violencia para corregir a los niños en el seno familiar. El tema no deja de causar polémica.
Por mi rapidez verbal, a veces la embarro. Por eso me gusta mucho lo que Justin Bariso, autor del bestseller ‘Guía para la Inteligencia Emocional en el Mundo Real’, llama la "regla del silencio incómodo".
Actualmente, cuando estamos ante transformaciones ocasionadas por la pandemia, tenemos que valorar mucho más el rol del maestro y entender que su contribución es fundamental.
Terminamos siguiéndonos en tribus en las que se fortalece nuestra mirada parcial de la vida, pudiendo llegar al fanatismo, porque no conocemos nada más que lo que la redes seleccionan para nosotros.