Cinismo y cobardía del ELN: Columna de Óscar Montes
El panelista Óscar Montes habló sobre el asesinato del gobernador indígena del Alto Baudó, Chocó, Aulio Isaramá.
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El asesinato del gobernador indígena del Alto Baudó, Chocó, Aulio Isaramá Forastero, por parte de guerrilleros del ELN, quienes lo habían secuestrado para "investigarlo" por, según ellos, "tener relación con la inteligencia militar", demuestra la falta absoluta de un verdadero compromiso de paz por parte de ese grupo guerrillero. Pero también prueba su cinismo y cobardía, al responsabilizar de la muerte a la propia víctima.
Según el relato de la comandancia del frente Ómar Gómez del ELN en el Chocó, el gobernador Isaramá murió luego de negarse a caminar y de abalanzarse contra quienes lo trasladaban para investigar su presunta colaboración con la inteligencia militar.
El secuestro del gobernador indígena se produjo en pleno cese bilateral temporal del fuego, acordado en Quito por el gobierno colombiano y el ELN. Es decir, se trata de una violación flagrante y descarada del grupo guerrillero al acuerdo del cese bilateral del fuego y también evidencia las prácticas criminales violatorias de todos los acuerdos internacionales relacionados con la defensa y promoción de los Derechos Humanos, como el "enjuiciamiento, juzgamiento y asesinato" de civiles en poder de organizaciones subversivas.
Vestir al gobernador Isaramá con prendas de uso privativo de las Fuerzas Militares de Colombia, como se observa en la fotografía dada a conocer por el propio grupo guerrillero, es otra violación a la normatividad internacional.
El cinismo y la cobardía del ELN tienen que ver con el hecho de lamentar la muerte de quién habían secuestrado para "enjuiciarlo" y "asesinarlo", en caso de ser "hallado culpable", al tiempo que expresa su compromiso con el acatamiento al cese bilateral temporal del fuego.
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El jefe del equipo negociador del gobierno colombiano, Juan Camilo Restrepo, deberá pronunciarse a fondo sobre los hechos sucedidos, luego de rendir un informe detallado al presidente Juan Manuel Santos, quien decidirá el futuro de las conversaciones con el ELN.
La paz no puede convertirse en un capricho del gobernante de turno, ni mucho menos puede ser producto de la testarudez de quién se empecina en firmarla con quienes no tienen interés en hacerlo. Que el ELN diga de una buena vez si le interesa dejar las armas y abandonar sus prácticas criminales o si quiere seguir en la guerra hasta alcanzar el poder, como pregonan algunos de sus jefes.
Pero el Gobierno Nacional, en cabeza del presidente Santos, no puede prestarse para una burla más a los diálogos con el ELN, grupo guerrillero que, además, deberá explicar a las comunidades indígenas del Chocó, el asesinato de su Gobernador.
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