Mamá Gloria: una madre del común, pero como ninguna
En el Día de la Madre, BLU Radio rinde homenaje a todas ellas a través de la historia de una de en especial.
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Con 61 años, en medio de cebollas, tomate y pimentón, Mamá Gloria es un ejemplo y todo un personaje en la Plaza de las Ferias, en el noroccidente de Bogotá.
“Los hijos son todo, uno como madre da todo, uno en el peor de los problemas solo puede ayudarle hasta que salga de sus problemas, hasta la muerte si es necesario”, cuenta la abnegada mujer en medio del bullicio del comercio.
La misma mano que toma el dinero en el mercado y los mete en su saco de lana que hace de delantal, acunó a tres hijos, dos hombres y una mujer que hoy tienen 30, 36 y 36 años.
A todos los sacó adelante gracias a su sacrificio y a la venta de verduras. Como ella, hay millones de mujeres colombianas, capaces de darlo todo por sus hijos sin importar las dificultades.
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“Con mi primer hijo me tocó lucharla casi sola, porque él no me colaboraba. Yo no era ni tan joven, pero tampoco era vieja para tener mis hijos. Entonces me tocó duro por eso porque me tocaba sola”, cuenta mientras su mirada se pierde en el horizonte, quizás al recordar el momento en que lo trajo en mundo.
También rememora la crianza de sus pequeños, alejada de esa creencia de la dureza de una plaza de mercado.
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“Mi mamá nos crio con amor, con cariño, y eso fue un ejemplo para criar a los míos. Yo nunca les pegué, ni mi mamá ni mi papá nos pegó, yo de esa manera seguí el ejemplo para criar a mis hijos. Éramos una familia muy grande, mi mamá trabajó en la Plaza y con mi papá que tenía un camioncito sacaban la plata para sacarnos adelante. Ellos nos hablaban a mí y a mis otros siete hermanos. Sí nos regañaban, pero nos hablaban, y así es que yo he criado a mis hijos”, relata.
La dura jornada de Mamá Gloria empieza desde las 4:00 a.m. en el tradicional mercado de la avenida Rojas. A esa hora inicia la venta de verduras y plátanos.
La exigente labor se extiende por casi 12 horas, tras lo cual regresa a disfrutar de sus otros hijos, ya no de su vientre pero como si lo fueran: sus nietos.
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“Con el ejemplo de mi mamá es que estoy incluso ayudando a criar a mis ocho nietos”, cuenta en medio del voleo.
“Vecina, a cómo el paquete de cebolla”, pregunta una transeúnte, mientras otro comprador le pide rebaja por un atado de maduro.
Ella, entre tanto, pese a las complicaciones se muestra altiva y servicial con la misma fueza y coraje de millones de madres colombianas.
“Mi mamá nos daba consejos, nos ayudaba. El día de la madre nos reuníamos todos los hermanos para estar con ella. Le hacíamos el almuerzo y todos llegábamos con algún detallito. A ella le gustaba que estuviéramos todos, no solo dos o tres, sino todos”, cuenta mientras desempolva su memoria.
Gloria llegó a Bogotá de Vianí, Cundinamarca desde muy pequeña y el solo hecho de hablar de sus hijos, es el orgullo que refleja su rostro arrugado pero que hace brillar su sonrisa.
“Quiero trabajar hasta donde mi Dios me lo permita, el día que él diga hasta aquí trabaja Gloria, pues hasta ahí, pero de resto yo aquí sigo”, cuenta con una gran sonrisa.