La tragedia humanitaria de los marginados: editorial de Ley del Montes agosto 22
Editorial de Óscar Montes en Vive Barranquilla.
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Las ciudades –todas- tienen habitantes que nadie quiere ver. Son seres marginados y marginales que las afean, las ensucian, las vuelven malolientes, las hacen mucho más inseguras, más salvajes, más hostiles. Esos mal llamados habitantes de la calle -porque ya ni siquiera les permiten vivir en ellas- por momentos se rebelan y salen de sus guaridas –a donde los llevó la droga o la exclusión social- para hacerse notar.
Y entonces –cuando esos seres humanos se vuelven visibles- causan caos y producen pánico, como sucede en estos momentos en Bogotá, donde nadie sabe qué hacer con esas 14 mil almas que deambulan por la ciudad como si fueran zombis a plena luz del día.
Ni el alcalde Enrique Peñalosa –que en un mal llamado “ejercicio de autoridad” metió al Ejército y la Policía al Bronx para sacarlos a patadas- ni el Gobierno Nacional –que los ignoró durante años a pesar de vivir a pocos metros de la Casa de Nariño- ni la Corte Constitucional –que dicta sentencias como si Colombia fuera un país de ángeles- ni la propia Policía –que cree que todo lo arregla con tanquetas y bolillos- ni Usted ni yo –mucho menos yo- sabemos cuál es la solución a la crisis humanitaria que viven las ciudades del país por cuenta de los mal llamados indigentes.
Lo que sucede en Bogotá –que terminó sitiada por los marginados y marginales del Bronx- se vivirá muy pronto en todas las ciudades del país, pues está visto que esconderlos debajo de la alfombra –como hacemos con la basura- ya no es suficiente. Ellos también merecen ser visibles. Se cansaron de vivir allá a lo lejos. Quieren estar acá bien cerca de nosotros. A lo mejor mañana llegan al Parque de la 93, para que -¡por fin!- les pongan atención.
¿Qué hacer ante la crisis humanitaria que vive Bogotá y que muy pronto vivirán las demás ciudades del país? La solución debe partir de un “tratamiento humanitario” a quienes hacen parte de esa población marginada y marginal del país.
Aunque no es nada fácil –porque la droga les ha ganado la batalla a casi todos- la rehabilitación sigue siendo una puerta abierta para quienes quieran regresar de ese mundo sórdido de la drogadicción. Hay que incrementar los recursos de los programas de atención a los adictos, que son más efectivos que el bolillo y las tanquetas.
Pero también hay que combatir –claro- con contundencia y eficacia a los mafiosos que están detrás de la venta de las drogas que ellos consumen y que en Bogotá –según denuncias- actúan de la mano con la Policía, que no los toca, como sucedía con los capos del Bronx.
En fin, visibilizar a los marginados y marginales de nuestras ciudades es un primer paso para buscar una solución integral a la tragedia que viven. En otras palabras: tenemos que empezar a verlos para luego poder reconocerlos. El hecho de que ya los estemos viendo –aunque sea a la fuerza- nos permitirá encontrar la salida correcta.