Una cifra contundente, 50.000 votos: columna de Óscar Montes

Las Farc fue durante cinco décadas el grupo guerrillero más cruel y sanguinario del país. Impuso la "Ley del terror" en sus zonas de influencia, atacó puestos de Policía a lo largo y ancho del territorio nacional, extorsionó y secuestró a miles de colombianos, hizo del narcotráfico su principal fuente financiación, reclutó a la fuerza a decenas de niños a quienes obligó a matar sin compasión, sembró miles de minas antipersonas que mutilaron a miles de nuestros soldados y policías. Todo ello para llegar al poder por la vía armada y cambiar un Estado al que combatieron sin tregua. 

Después de tanta violencia y tantos muertos, negociaron con el gobierno de Juan Manuel Santos su desmovilización y su reinserción a la vida civil. Es decir, abandonaron las armas y asumieron el reto de buscar el poder por las urnas y no por las armas. En la democracia el poder se adquiere con votos. Así de simple. 

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El pasado domingo, los jefes de las Farc, ahora vestidos de Everfit, sometieron por primera vez sus nombres a los colombianos para que los eligieran al Congreso de la República. Es decir, dejaron su destino político en manos del pueblo para que dictara su veredicto.

Y el pueblo habló en las urnas de forma contundente: las listas de las Farc sacaron 50 mil votos. Ese es todo su capital electoral. Ese es todo su respaldo.

Con esa votación las Farc no tienen derecho a ninguna representación popular, ni a ninguna curul. Pero por cuenta de la negociación con el Gobierno en La Habana, diez de sus hombres tendrán sillas asignadas en el Congreso de la República, cinco en el Senado y cinco en la Cámara de Representantes.

Desde ahí deberán empezar a construir los puentes que les permitan algún día acceder al poder por los votos y no por las balas. Por lo pronto, los colombianos expresaron en las urnas su voluntad: de un poco más de 17 millones de votos, a los jefes de las Farc les correspondieron 50 mil. Ese es todo su respaldo. El pueblo habló. Ese es su veredicto. Con razón dicen que la voz del pueblo es la voz de Dios.