Ni a los 70 ni a los 110.000 kilómetros: cuándo se debe cambiar la correa de distribución del carro
De no cambiar la correa de distribución, puede romperse el motor y tener reparaciones millonarias.
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La correa de distribución, también llamada correa de repartición, es una de las piezas más críticas del motor. Su función principal es sincronizar el cigüeñal con el árbol de levas, permitiendo que las válvulas y los pistones trabajen en armonía.
Si esta pieza llega a romperse, las consecuencias pueden ser graves: desde daños menores hasta la destrucción total del motor, con reparaciones que alcanzan costos muy elevados.
Y es que, precisamente, de acuerdo con el RACE (Real Automóvil Club de España), el riesgo más común en la correa de distribución es la rotura por desgaste o por tiempo.
Aunque en algunos casos puede detectarse si presenta grietas o dientes dañados, la mayoría de veces no hay señales evidentes de deterioro. Cuando comienza a destensarse puede generar un ruido al golpear la tapa protectora, algo que sucede, por ejemplo, si falla el tensor.
Los fabricantes establecen un rango de uso para la correa que suele ubicarse entre los 65.000 y los 130.000 kilómetros, según el manual de cada vehículo. Sin embargo, la cifra no es absoluta.
Expertos de Rodi Motor Services explican que, en recorridos urbanos, la duración puede reducirse hasta en un 25 % porque la correa sigue trabajando en trancones o semáforos, incluso sin que el carro avance.
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Por esa razón, si el manual recomienda un cambio a los 100.000 km, podría ser necesario sustituirla alrededor de los 80.000 km si el uso es principalmente en ciudad, o cada 10 años.
En cambio, en trayectos de autopista o carretera, la estimación de los fabricantes suele ser más precisa, pues el trabajo de la correa corresponde de manera más exacta al kilometraje acumulado.
Además del kilometraje, la antigüedad del componente es determinante. Según las recomendaciones de Rodi, la correa debería revisarse cada cinco años, incluso si el vehículo no ha alcanzado los kilómetros establecidos.
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El entorno también influye en su vida útil. Zonas con temperaturas extremas, alta humedad o presencia de polvo aceleran el desgaste del caucho.
Por ejemplo, en ciudades donde los veranos superan los 35 grados, el recambio debe hacerse antes de lo previsto. En cambio, en lugares con temperaturas moderadas y un uso ocasional del vehículo, la durabilidad puede ajustarse más a las cifras del fabricante.
Juan Manuel Llorente, formador técnico del RACE, recuerda que muchos vehículos modernos sustituyeron la correa por cadena de distribución. En teoría, esta puede durar toda la vida útil del carro, pero presenta riesgos distintos.
Si el aceite no es el adecuado, la cadena puede estirarse con el tiempo, perdiendo su sincronismo. Cuando esto sucede, golpea contra la tapa como señal de alerta antes de provocar daños graves en el motor.
A diferencia de la correa, la cadena está cubierta por una carcasa metálica y sumergida en aceite, lo que hace que su revisión sea más compleja.
Si la correa se rompe mientras el vehículo circula, el motor pierde la sincronización y los componentes internos empiezan a chocar entre sí.
El carro se detendrá de inmediato, acompañado de ruidos fuertes y la activación de los testigos en el tablero. En ese caso, el conductor solo podrá aprovechar la inercia para detenerse en un lugar seguro y señalizar el vehículo con una luz de emergencia.
Incluso una instalación incorrecta puede generar problemas. Si la correa queda mal calada, el carro no arrancará o encenderá testigos que indican un fallo de sincronización. Un error mayor puede provocar choques entre pistones y válvulas, con daños severos en la culata.
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