Estos países no reciben el Año Nuevo el 1 de enero ¿Por qué?
Para millones de personas, el cambio de año no depende del calendario gregoriano, sino de referencias culturales, religiosas o astronómicas.
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Aunque en gran parte del mundo el Año Nuevo arranca de manera oficial el 1 de enero, esa fecha no es universal. Detrás de la cuenta regresiva, los fuegos artificiales y los brindis de medianoche existen calendarios, creencias y tradiciones que marcan el inicio de un nuevo ciclo en momentos distintos del año. Para millones de personas, el cambio de año no depende del calendario gregoriano, sino de referencias culturales, religiosas o astronómicas que siguen vigentes hasta hoy.
En varios países, el inicio del Año Nuevo está ligado a fenómenos naturales, celebraciones espirituales o sistemas de medición del tiempo heredados de generaciones pasadas. Estas diferencias explican por qué, mientras unos celebran el 1 de enero, otros esperan la luna llena, la llegada de la primavera o un mes sagrado para comenzar de nuevo.
Uno de los ejemplos más conocidos es China, donde rige el calendario lunar. El Año Nuevo Chino se celebra entre enero y febrero y, en 2026, iniciará el 17 de febrero. La festividad se extiende por 15 días y es una de las celebraciones más importantes del país, marcada por reuniones familiares, rituales tradicionales y eventos públicos.
India también se rige por celebraciones distintas. En varias regiones, el cambio de año está asociado al Diwali o Festival de las Luces, que ocurre entre octubre y noviembre. Más que una sola noche, es una celebración de varios días que simboliza el triunfo del bien sobre el mal y el inicio de un nuevo ciclo espiritual.
En Etiopía y Eritrea, el Año Nuevo se conoce como Enkutatash y se celebra el 11 de septiembre. Esta fecha marca el final de la temporada de lluvias y el comienzo de la primavera, según el calendario Ge’ez, que cuenta con 13 meses.
En Arabia Saudita y otros países de mayoría musulmana, el Año Nuevo se rige por el calendario Hijri. Inicia con el mes de Muharram y no se vive como una fiesta, sino como un periodo de reflexión, recogimiento y significado espiritual.
Israel, por su parte, celebra el Rosh Hashaná entre septiembre y octubre. Esta fecha central del judaísmo conmemora la creación del mundo y se vive en familia, con comidas tradicionales y rituales de introspección.
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En Asia también existen celebraciones propias. Corea del Sur, por ejemplo, conmemora tanto el Año Nuevo occidental como el Seollal, o Año Nuevo Lunar, que cae entre enero y febrero. Durante esos días, las familias honran a sus ancestros y refuerzan los lazos culturales.
En Irán, el Nouruz marca el Año Nuevo persa y coincide con el equinoccio de primavera, entre el 19 y el 22 de marzo. Con más de 3.000 años de historia, simboliza la renovación y el renacer de la naturaleza.
Así, mientras unos cuentan los segundos para el 1 de enero, otros esperan la luna, la primavera o una fecha sagrada para empezar de nuevo. Cada celebración refleja una manera distinta de entender el tiempo y preservar la identidad cultural.