Dos relatos de dolor y esperanza en Mapiripán, zona veredal de las Farc
Los mapiripenses se acostumbraron al dolor durante décadas en donde a diario aparecían cuerpos sin vidas en las zonas rurales o flotando en el río Guaviare.
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Cerca de La Orqueta en Mapiripán, Meta, donde funcionará una de las zonas veredales de concentración guerrillera y que será objeto de verificación a partir de esta semana por el sistema de las Naciones Unidas, Gobierno Nacional y Farc, BLU Radio conoció tres relatos de dolor y esperanza de las víctimas del conflicto.
Los mapiripenses se acostumbraron al dolor durante décadas en donde a diario aparecían cuerpos sin vidas en las zonas rurales o flotando en el río Guaviare, sin embargo, el tiempo y el olvido les ha traído una nueva esperanza: la paz.
La muerte de mi hermano
Soy Nazario Vargas, padre de tres hijos, la época de la guerra entre paramilitares y guerrilleros en Maipiripán era tremenda. Al otro lado del Guaviare (río) el frente 44 de las Farc y al lado del Meta estaban los paramilitares, las Autodefensas del Casanare, que fueron las que operaron acá en ese entonces.
Nazario que tiene los ojos tristes y el rostro tostado por las altas temperaturas que se registran en Maipirián continúa su relato: “tratábamos de ser neutrales, pero para los de allá los de acá éramos paramilitares y para los de acá éramos guerrilleros”.
Este agricultor de 50 años de edad, aprieta los labios y frunce el ceño y prosigue con su historia: “había angustia porque tiraban cilindros, mataban gente de noche y de día, mataban amigos, era tremendo tanto de este lado como del otro”.
Se le hace agua los ojos cuando recuerda el momento más triste de la guerra en Mapiripán.
“Nosotros teníamos una finca al otro lado del río y llegó la guerrilla un 19 de abril, sacaron a mí hermano de la casa como a las tres de la tarde y a 500 metros lo mataron. Nos avisaron vaya recójanlo que allá esta, quedó muerto y entiérrenlo donde puedan”.
Dice Nazario, quien en el momento del asesinato de su hermano se encontraba trabajando, que la guerrilla lo habían matado porque según ellos era ayudante de las Autodefensas: “nos tocó desplazarnos”.
Tiempos de paz
Tras años de dolor y de angustias en otras tierras, los Vargas decidieron volver a su terruño para vivir tranquilos y construir un mejor futuro.
“Ahora Mapiripán es un remanso de paz. Ahora usted se puede mover y ni uno ni el otro (Farc y Autodefensas). La verdad ya no se encuentra a nadie. Hace rato que no se ve un grupo armado y ando por este lado y por el Guaviare”.
Sobre los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc en La Habana don Nazario dice que “todo el mundo está pendiente de lo que será la paz. Sí se siente paz”.
Sin embargo, este campesino advierte: “pero para que la paz sea estable y duradera hay que acabar la corrupción en el alto Gobierno y si hay corrupción la guerra va a seguir”.
Debajo de un árbol un hombre construye un relato de paz
José Benecio Cindycue, quien tiene cuatro nietos, reposa a la sombra de un árbol corpulento, mira el papel en el que ha escrito un relato sobre la paz y en el que asegura es un camino difícil de construir.
“Oiga señor presidente le vengo a contar, y se encuentra presente el pueblo de Mapiripán, toda esta gente que ve lo quiere felicitar, pues fue el único mandatario que nos vino a visitar. Lo invitó para que camine por la calle principal lo que llamamos el bajo y el río para que pueda mirar un caserío tan sencillo todo lleno de humildad. Te pedimos más ayuda pues queremos progresar”, dice.
Don José Benecio prosigue con una sonrisa tímida: “el cuento es que al desplazado lo quieren indemnizar, ojalá esto sea cierto y no se les vaya a olvidar una buena carretera para poder trasportar lo que siembra el campesino por este lugar. Presidente muchas gracias por trabajar por la paz sabemos que cuesta caro, pero lo podemos lograr. Ya no le quito más tiempo porque sé que tiene que viajar que lleve siempre en su mente el pueblo de Mapiripán”.
Con la coca llegó la muerte y la destrucción
Mientras dobla con mucha delicadeza el relato que por timidez no pudo entregar al presidente Juan Manuel Santos, don José Benecio cuenta que el Mapiripán de ayer le causa mucha nostalgia y dolor por toda la gente que se tuvo que ir.
Este pescador, padre de cinco hijos, prosigue su historia al tiempo que le da palmadas al tronco del árbol.
“Vivíamos muy bien, pero cuando llegó la coca comenzó a llegar la muerte, la destrucción y así comenzamos a ver los cuerpos en las calles de Mapiripán, cosas que nunca habíamos visto. Ese dinero se lo pelearon los grupos armados y aumentaron más los muertos”, asegura.
Don Benecio se estira la camisa hacía abajo y se palmotea la pierna izquierda y al igual que Nazario.
“Los de arriba (paramilitares) decían que éramos los de abajo (guerrilla) y los de abajo decían que eran los de arriba y ahí el que perdía era el campesino”, agrega.
El muerto que se me enredó en el río Guaviare
Levanta la mano y se toma el pecho don José y recuerda que una vez que venía de Caño Jabón en una canoa de seis toneladas se topó con un muerto.
“De pronto el motor se me enredó, resulta que se había montado el cuerpo de un finao. Cuando lo basculé no tenía ojos. Venía como a las seis de la mañana sentí miedo”, indica.
El abuelo de cuatro nietos afirma que en el momento no pensó en nada más que seguir su camino y vigilar hacia los árboles y soltar el muerto de su motor.
“Fui valiente lo solté y lo dejé caer agua bajo. Es que uno, no viene hacer víctima sino sobreviviente de lo que ocurrió”, indica.
En Mapiripán se respiran tiempos de paz
Don José Benecio asegura que decidió quedarse porque no está enseñado a vivir en las ciudades.
“La vida de nosotros está en el campo. El estudio no lo teníamos para vivir en la ciudad y allá ocupan a la gente, pero es muy poquitico”, indica.
“Resolví quedarme porque ya le había cogido el ritmo al caserío y amo al municipio. Esperamos que la paz sea efectiva. En Maripán se respiran tiempos de paz”, concluye.