Un estudio liderado por el Centro de Astrobiología (CAB-INTA-CSIC) español ha demostrado que los agujeros negros supermasivos alteran la evolución química de las galaxias.La investigación, que cuenta con la participación del Instituto de Astrofísica de Andalucía (sur), el Instituto de Astronomía y Astrofísica de la Academia Sinica (Taiwán) y el Gran Telescopio Canarias (Grantecan), muestra cómo la actividad de un agujero negro supermasivo escondido en el corazón de un cuásar ha transformado la composición química del gas existente en la galaxia.Los cuásares son uno de los tipos de objetos más luminosos que pueden observarse en el universo, informó el Instituto español de Astrofísica.Al igual que otras galaxias activas, presentan en su centro un agujero negro supermasivo, con masas que varían desde millones hasta miles de millones de veces la masa del Sol, rodeado de un disco de gas que lo alimenta.La intensa gravedad del agujero negro genera temperaturas y presiones extremas en el disco de acreción, lo que provoca la emisión de radiación intensa y la aparición de fenómenos extremos como los chorros de partículas relativistas, que viajan a velocidades cercanas a la de la luz, o los vientos cósmicos, flujos de gas y partículas expulsados a miles de kilómetros por segundo desde las regiones internas.Estos vientos, según los investigadores, son capaces de inyectar grandes cantidades de energía en el resto de la galaxia.Una 'taza de té' moldeada por supervientosEl equipo realizó un mapa bidimensional de las abundancias relativas de oxígeno y nitrógeno en el gas de la galaxia activa SDSS 1430+1339, descubierta por voluntarios del proyecto de ciencia ciudadana 'Galaxy Zoo' y situada a más de mil millones de años luz de la Tierra.Este cuásar, denominado coloquialmente 'Teacup' debido a su peculiar forma, que recuerda a una taza de té, se caracteriza por la presencia de una burbuja de gas caliente e ionizado con un diámetro de más de 30.000 años luz que rodea su núcleo activo.Esta burbuja está asociada con la presencia de un enorme flujo de energía y partículas de alta velocidad causado por la actividad de su agujero negro supermasivo.Los datos obtenidos demuestran que este flujo, denominado 'superviento', actúa como un potente mecanismo de inyección de energía en toda la galaxia, llegando incluso a afectar a la composición química del gas que contiene.Según Montserrat Villar, investigadora del CSIC en el Centro de Astrobiología y autora principal del trabajo, el estudio muestra que la acción de este superviento afecta a la composición química del gas a su paso por la galaxia, y que su impacto alcanza distancias enormes,La variación en las abundancias relativas de oxígeno y nitrógeno observadas a lo largo de la galaxia Teacup puede ser compatible con varios escenarios. En todos ellos, la actividad nuclear asociada al agujero negro supermasivo actúa como el mecanismo responsable final del enriquecimiento químico del gas, incluso a grandes distancias.Se desconoce si el cambio en las abundancias químicas en las regiones externas ha sido causado por el desplazamiento de elementos pesados desde la región central de la galaxia o por otros mecanismos que no implican este arrastre."Otra posibilidad -detalló- es que este superviento haya inducido la formación de estrellas en zonas muy alejadas del núcleo galáctico, y que estas hayan enriquecido el medio circundante a través de explosiones de supernova".En cualquier caso, este cuásar proporciona "evidencia observacional clara de cómo la actividad nuclear puede enriquecer el gas a grandes escalas, es posible que incluso más allá de la propia galaxia", señaló Villar.Sara Cazzoli, investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía y coautora del estudio, afirmó que entender cómo los agujeros negros supermasivos regulan la evolución de las galaxias es uno de los temas más candentes en la astrofísica actual.El equipo utilizó datos de espectroscopía de campo integral obtenidos con el instrumento MUSE del Very Large Telescope (VLT), un conjunto de cuatro telescopios de 8.2 metros de diámetro situados en las instalaciones del European Southern Observatory (ESO) en el desierto chileno de Atacama.
La Agencia Espacial Europea (ESA) ha informado en una nota difundida hoy de que los astrónomos han dirigido el telescopio -de la NASA, la ESA y la canadiense CSA- para examinar el exterior de la Vía Láctea, una región que los científicos denominan "Galaxia Exterior Extrema" debido a su ubicación, a más de 58.000 años luz del centro galáctico.Los científicos utilizaron varias de las cámaras del telescopio espacial para obtener imágenes de regiones seleccionadas dentro de dos nubes moleculares conocidas como "Nubes Digel", y gracias a su alta sensibilidad y nítida resolución, el Webb fue capaz de resolver con un detalle sin precedentes estas zonas, que albergan cúmulos estelares que experimentan ráfagas de formación estelar.Las observaciones del telescopio permiten a los científicos estudiar la formación estelar en la Vía Láctea exterior con el mismo nivel de detalle que las observaciones de la formación estelar en el vecindario solar de la Vía Láctea.Aunque las "Nubes de Digel" se encuentran dentro de nuestra galaxia, son relativamente pobres en elementos más pesados que el hidrógeno y el helio, una composición que se asemeja a las galaxias enanas y a la Vía Láctea en sus inicios.La ESA ha señalado en la misma nota que la historia de la formación estelar es compleja y algunos capítulos siguen envueltos en el misterio, pero que el James Webb está reuniendo pistas y ayudando a los astrónomos a desentrañar esta intrincada historia, y los resultados de este trabajo se han publicado en la revista Astronomical Journal.
La sonda Mars Express, en una misión que abarca más de dos décadas, ha revelado un emocionante descubrimiento que podría cambiar la comprensión de la historia climática de Marte. Según un comunicado reciente, la exploración de la formación Medusae Fossae (MFF) en el ecuador del planeta Marte ha revelado depósitos masivos de hielo, enterrados a varios kilómetros de profundidad.Inicialmente descubiertos hace más de 15 años, estos depósitos, que se extienden hasta 3.7 km de espesor, se encuentran bajo el suelo del ecuador marciano. Thomas Watters, del Instituto Smithsonian y autor principal del estudio, señala que las señales detectadas por el radar MARSIS de Mars Express son "muy similares" a las de los casquetes polares, confirmando la presencia de agua helada."Hemos vuelto a explorar la MFF utilizando datos más recientes del radar MARSIS de Mars Express, y hemos descubierto que los depósitos son aún más gruesos de lo que pensábamos: hasta 3.7 km de espesor", detalló Waters.Qué significa este hallazgoLa magnitud de estos depósitos es tal que, si se derritieran, el agua resultante cubriría todo el planeta rojo con una capa de 1.5 a 2.7 metros de profundidad, equivalente a llenar el mar Rojo de la Tierra. Este descubrimiento no solo podría arrojar luz sobre la historia climática de Marte, sino que también podría ser esencial para futuras misiones tripuladas al planeta.Colin Wilson, científico del proyecto de la ESA para Mars Express y el Orbitador de Gases Traza ExoMars (TGO), se refirió a la importancia de estos hallazgos para la exploración humana o robótica. Según el científico, la existencia de estos depósitos de hielo podría proporcionar recursos esenciales para misiones futuras, ya que las naves espaciales podrían utilizar el agua para abastecerse durante las expediciones.El MFF, conocido por ser la mayor fuente de polvo marciano, se ha revelado como una combinación de capas de polvo y hielo, ocultas bajo una gruesa capa de polvo protectora. Aunque estos depósitos están actualmente inaccesibles debido a la cobertura de polvo, su existencia plantea preguntas intrigantes sobre la antigua presencia de agua en Marte y la evolución climática del planeta a lo largo del tiempo."Por desgracia, estos depósitos de MFF están cubiertos por cientos de metros de polvo, lo que los hace inaccesibles al menos durante las próximas décadas. Pero cada trozo de hielo que encontremos nos ayudará a hacernos una mejor idea de dónde ha fluido el agua de Marte antes, y dónde puede estar hoy en día", puntualizó Wilson.La noticia ha generado expectación en la comunidad científica, ya que podría abrir nuevas perspectivas sobre la habitabilidad pasada y presente de Marte, así como ofrecer recursos cruciales para las futuras misiones espaciales dirigidas al ecuador del planeta rojo.
Un equipo de astrónomos y astrónomas ha logrado confirmar, con la ayuda del Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral (VLT de ESO) y el New Technology Telescope (NTT) de ESO, la existencia de un vínculo entre las supernovas -la explosión que sufren ciertas estrellas al final de sus vidas- y la formación de los llamados agujeros negros y estrellas de neutrones.La idea de que había una relación entre las supernovas y los otros dos fenómenos no era nueva pero hasta ahora no se había podido obtener una evidencia directa."En nuestro trabajo, establecemos un vínculo directo", dijo Ping Chen, investigador del Instituto Weizmann de Ciencias (Israel) y autor principal de un estudio publicado este miércoles en la revista Nature y presentado en la 243ª reunión de la Sociedad Americana de Astronomía en Nueva Orleans (EE.UU.), en un comunicado difundido por ESO.Todo empezó en mayo de 2022, cuando el astrónomo aficionado sudafricano Berto Monard descubrió la supernova SN 2022jli en el brazo espiral de la cercana galaxia NGC 157, situada a 75 millones de años luz de distancia. Dos equipos distintos centraron su atención en las secuelas de esta explosión y descubrieron que tenía un comportamiento único.Tras la explosión, el brillo de la mayoría de las supernovas simplemente se desvanece con el tiempo.El comportamiento de SN 2022jli, en cambio, era muy peculiar, ya que a medida que el brillo general disminuye, no lo hace de forma paulatina, sino que oscila hacia arriba y hacia abajo en períodos de cerca de 12 días."Esta es la primera vez que se han detectado oscilaciones periódicas repetidas, a lo largo de muchos ciclos, en una curva de luz de supernova", señaló Thomas Moore, estudiante de doctorado en la Universidad de Queen's de Belfast (Irlanda del Norte), quien dirigió un estudio de la supernova publicado a finales del año pasado en el Astrophysical Journal.Tanto el equipo de Moore como el de Chen creen que la presencia de más de una estrella en el sistema SN 2022jli podría explicar este comportamiento.De hecho, no es inusual que las estrellas masivas formen junto a una estrella compañera lo que se conoce como un sistema binario, y la estrella que causó la SN 2022jli no ha sido una excepción.Lo destacable de este sistema es que la estrella compañera parece haber sobrevivido a la muerte violenta de su pareja y los dos cuerpos, el remanente compacto y la compañera, probablemente siguieron orbitándose el uno al otro.Los datos recopilados por el equipo de Moore, que incluyeron observaciones con el telescopio NTT de ESO, ubicado en el desierto de Atacama (Chile), no les permitieron precisar exactamente cómo la interacción entre los dos objetos causó los altibajos en la curva de luz.El equipo de Chen tenía observaciones adicionales. Encontraron las mismas fluctuaciones regulares en el brillo visible del sistema que el equipo de Moore había detectado, y también detectaron movimientos periódicos de hidrógeno y ráfagas de rayos gamma en el sistema.Uniendo todas las pistas, en general los dos equipos están de acuerdo en que cuando la estrella compañera interactuó con el material emitido durante la explosión de la supernova, su atmósfera rica en hidrógeno se hinchó más de lo habitual.A medida que el objeto compacto que quedó después de la explosión cruzó la atmósfera de la compañera, le quitó hidrógeno a la estrella formando un disco caliente de materia a su alrededor.A pesar de que los equipos no pudieron observar la luz proveniente del objeto compacto en sí, concluyeron que este robo de energía solo puede deberse a una estrella de neutrones invisible, o posiblemente a un agujero negro, que absorbe materia de la atmósfera hinchada de la estrella compañera.Con la presencia confirmada de un agujero negro o una estrella de neutrones, todavía hay mucho que desentrañar sobre este enigmático sistema, incluida la naturaleza exacta del objeto compacto o qué final podría esperar a este sistema binario.Los telescopios de próxima generación, como el Extremely Large Telescope de ESO, programado para comenzar a operar a finales de esta década, ayudarán a desentrañar estos misterios.Le puede interesar:
La estructura giratoria rota entorno a una estrella masiva joven en crecimiento situada en la Gran Nube de Magallanes, una galaxia vecina a la nuestra, y pudo ser detectada gracias al telescopio Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), en Chile."No podía creer que hubiéramos detectado el primer disco de acreción estragaláctico. Fue un momento especial", declaró la profesora Anna McLeod, autora principal del estudio publicado en la revista "Nature", con respecto al momento en que vio las pruebas de la existencia del disco en los datos suministrados por el ALMA."Sabemos que los discos son vitales para la formación de estrellas y planetas en nuestra galaxia", explicó McLeod, según el comunicado difundido por la organización con sede en Garching (Alemania).El estudio publicado en "Nature" empleó además datos recabados por un instrumento instalado en el Very Large Telescope (VLT) del ESO.Éste detectó un chorro lanzado por la joven estrella masiva en cuestión, en el interior de una nube de gas de la Gran Nube de Magallanes, cuya presencia, según MacLeod, era "una señal de la acreción continua del disco".No obstante, para comprobar su presencia, era necesario medir el movimiento del gas denso que gira alrededor de la estrella, ya que la velocidad de aquel, vinculada a su proximidad al centro, es una prueba de la existencia de un disco.Esto fue posible gracias a las mediciones del ALMA."La frecuencia de la luz cambia dependiendo de la rapidez con la que el gas que emite la luz se acerca o se aleja de nosotros", explicó el investigador Jonathan Henshaw, coautor del estudio, que comparó el fenómeno con el cambio en el tono de la sirena de una ambulancia que se aleja.En la Vía Láctea, las estrellas masivas son difíciles de observar, pues los discos que se generan a su alrededor a menudo están formados por material polvoriento que las oscurece.Por el contrario, en la Gran Nube de Magallanes el material de las nuevas estrellas tiene un menor contenido en polvo, lo que permite a los astrónomos una visión sin obstáculos de la formación de estrellas y planetas."Poder estudiar cómo se forman las estrellas a distancias tan increíbles y en una galaxia diferente es muy emocionante", aseguró MacLeod. Le puede interesar:
Un equipo internacional de astrónomos ha detectado el campo magnético de una galaxia tan lejana que su luz, que ha tardado más de 11.000 millones de años en llegar hasta nosotros, es de cuando el universo tenía solo 2.500 millones de años.Este descubrimiento no solo es asombroso, sino que además proporcionará información vital a los astrónomos sobre cómo surgieron los campos magnéticos de galaxias como nuestra propia Vía Láctea."Nuestra galaxia y otras galaxias están entrelazadas por campos magnéticos que abarcan decenas de miles de años luz", ha explicado James Geach, profesor de astrofísica en la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido) y autor principal del estudio.Sin embargo, "a pesar de ser bastante importantes por cómo influyen en la evolución de las galaxias, sabemos muy poco sobre cómo se forman estos campos", ha añadido Enrique López Rodríguez, investigador de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), quien también ha participado en el estudio.Los astrónomos no saben en qué momento de la vida temprana del universo ni con qué rapidez se forman los campos magnéticos en las galaxias, y es que hasta ahora, solo habían mapeado los campos magnéticos de galaxias cercanas a nosotros.Ahora, utilizando el conjunto de antenas ALMA, Geach y su equipo han descubierto un campo magnético completamente formado en una galaxia distante, con una estructura similar a la de las galaxias cercanas. Los detalles se han publicado este miércoles en la revista Nature.Según el artículo, su campo magnético es aproximadamente mil veces más débil que el de la Tierra, pero se extiende a lo largo de más de 16.000 años luz, un descubrimiento que "da nuevas pistas sobre cómo se forman los campos magnéticos a escala galáctica", ha asegurado Geach.Observar un campo magnético completamente desarrollado tan temprano en la historia del universo indica que los campos magnéticos que abarcan galaxias enteras pueden formarse rápidamente mientras las jóvenes aún están creciendo.El equipo cree que la intensa formación estelar en el universo temprano podría haber jugado un papel en la aceleración del desarrollo de los campos.Además, estos campos pueden a su vez influir en cómo se formarán las generaciones posteriores de estrellas.Para el coautor y astrónomo de Observatorio Europeo Austral (ESO), Rob Ivison, el descubrimiento abre "una nueva ventana al funcionamiento interno de las galaxias, porque los campos magnéticos están vinculados al material que está formando nuevas estrellas".Para llevar a cabo el estudio, el equipo buscó la luz emitida por los granos de polvo de la galaxia distante 9io9 (descubierta cuando un programa de la BBC pidió la colaboración de los ciudadanos para examinar millones de imágenes en busca de galaxias distantes).Las galaxias están llenas de polvo y, cuando hay un campo magnético, los granos tienden a alinearse y la luz que emiten se polariza (oscila). ALMA detectó y mapeó una señal polarizada desde 9io9, lo que permitió confirmar por primera vez la presencia de un campo magnético en una galaxia muy distante."Ningún otro telescopio podría haberlo logrado", ha destacado Geach.Los astrónomos confían en que, con esta y con futuras observaciones de campos magnéticos distantes, se pueda empezar a desentrañar el misterio de cómo se forman estas características galácticas tan importantes.Le puede interesar "¿Qué define el contenido que aparece en redes? En #InteligenciaNoArtificial hablamos del algoritmo":
A lo largo de los años, ha surgido el cuestionamiento sobre si el ser humano es la única forma de vida inteligente en existencia, debido a la inmensidad del Universo en constante expansión.Frente a esta incertidumbre, se planteó la pregunta a la inteligencia artificial Bard, ¿está el ser humano solo en el Universo?, y esto fue lo que respondió:La respuesta a esta interrogante es que no podemos afirmarlo con certeza. El Universo es vasto y en constante expansión, y hasta ahora, solo hemos explorado una pequeña fracción de él. Es posible que exista vida extraterrestre en otros rincones del Universo, pero también es factible que seamos la única forma de vida inteligente.Existen razones para considerar que podría haber vida extraterrestre. En primer lugar, el Universo es inmenso, con millones de galaxias, cada una con miles de millones de estrellas. Esto implica que hay numerosos planetas potenciales que podrían albergar vida.En segundo lugar, en la Tierra, la vida ha surgido y evolucionado en diversas formas, lo que sugiere que bajo las condiciones adecuadas, la vida podría surgir en otros lugares del Universo.No obstante, también existen razones para pensar que podríamos ser únicos en nuestra inteligencia. Primero, la vida podría ser una rareza en el Universo, limitada a un pequeño número de planetas que cumplen con los requisitos para albergar vida.Segundo, la vida inteligente podría ser efímera, ya que la civilización humana, en comparación con la escala del Universo, ha existido durante un breve período de tiempo y ha tenido un impacto significativo en nuestro planeta.En última instancia, la pregunta sobre si el ser humano está solo en el Universo es una incógnita que solo el tiempo podrá resolver. A medida que continuemos explorando el Universo, podríamos encontrar evidencia de vida extraterrestre, un hallazgo que revolucionaría nuestra comprensión de nuestro lugar en el cosmos.Le puede interesar "¿Qué define el contenido que aparece en redes? En #InteligenciaNoArtificial hablamos del algoritmo":
Las agencias de exploración aeroespacial de Japón, Estados Unidos y la Unión Europea comandan una nueva misión centrada en la observación de rayos X de los vientos de los gases de plasma que soplan a través de las galaxias para desentrañar la evolución del universo y la estructura del espacio-tiempo.La misión XRISM (X-Ray Imaging and Spectroscopy Mission) pondrá en órbita el día 26 un nuevo satélite especializado en observaciones espectroscópicas de rayos X de alta resolución del movimiento de estos gases calientes para determinar flujos de masa y energía que ayuden a conocer la composición y evolución de los objetos celestes.Está previsto que el satélite XRISM se lance en un cohete H-2A nipón desde el Centro Espacial de Tanegashima de la Agencia de Explotación Aeroespacial nipona (JAXA) el próximo sábado, 26 de agosto, a las 9:34 hora local (00:34 GMT), un lanzamiento que podrá seguirse desde el canal oficial del organismo en la red multimedia YouTube.A bordo del cohete irá también un módulo de aterrizaje lunar de investigación, según detalles facilitados por la JAXA.Los rayos X se liberan en las explosiones más enérgicas y lugares más calientes del universo, entre ellos las masas de gas que envuelven los cúmulos de galaxias.El satélite XRISM, un proyecto encabezado por la JAXA y la NASA para cuyo desarrollo se ha contado con varias piezas de hardware clave aportadas por la Agencia Espacial Europea (ESA), es capaz de detectar la luz de rayos X de este gas para ayudar a medir la masa total de estos sistemas, lo que permitiría conocer más información sobre la formación y evolución del universo en sí.Las observaciones durante la misión permitirán también saber más sobre cómo el universo produjo y distribuyó los elementos químicos.El gas remanente en los cúmulos de galaxias son un vestigio del nacimiento y muerte de las estrellas, por lo que el estudio de los rayos X emitidos por él permitiría descubrir qué elementos contiene y trazar un mapa de cómo el universo se enriqueció de ellos.La misión tiene también como objetivo medir la luz de los rayos X emitidos por objetos inmensamente densos, como los agujeros negros de gran tamaño que se encuentran en el centro de algunas galaxias, con el fin de ayudar a comprender cómo se deforma el espacio-tiempo a su alrededor y en qué medida esto influye en sus galaxias.Le puede interesar "El Sistema de Alerta de Terremotos de Google que podría salvarle la vida":
El telescopio espacial europeo Euclid, cuya misión es estudiar la materia y la energía oscuras en el Universo, llegó el lunes, 31 de julio, a su puesto de observación y reveló sus primeras imágenes de prueba.Estas imágenes fueron tomadas con el fin de verificar el funcionamiento de los instrumentos científicos y calibrarlos. Por lo tanto, aún no son representativas de las capacidades finales del telescopio.Sin embargo, ya indican que podrá cumplir con sus objetivos, señaló la Agencia Espacial Europea (ESA) en un comunicado."Después de más de 11 años diseñando y desarrollando Euclid, es emocionante y muy conmovedor ver estas primeras imágenes", dijo Giuseppe Racca, jefe de la misión Euclid en la ESA. "Una vez que esté completamente calibrado, Euclid observará miles de millones de galaxias para crear el mapa 3D del cielo más grande jamás creado".Tras despegar de Florida el 1º de julio, el telescopio europeo, en el que también participó la Nasa, viajó hasta su destino a unos 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.Euclid tiene dos instrumentos a bordo: un generador de imágenes de luz visible (VIS) y un espectrómetro de infrarrojo cercano (NISP). El primero debe determinar la forma precisa de las galaxias, el segundo su distancia.Suscríbase a nuestro canal de WhatsApp aquí:👉🏻 bit.ly/42ZQznFPero cuando se encendieron, los científicos se llevaron un gran susto: las imágenes estaban "contaminadas" por una fuente de luz inesperada, informó la ESA. La investigación sobre la causa del problema "indicó que la luz del sol se filtraba en la nave, probablemente a través de una pequeña abertura", explicó la agencia europea. Sin embargo, para detectar la tenue luz de las galaxias lejanas, es absolutamente necesario bloquear la luz brillante de nuestro Sol (que da la espalda a Euclid)."Al girar a Euclid, los equipos se dieron cuenta de que esta luz solo se detectaba en ciertas orientaciones, por lo que evitando determinados ángulos, el instrumento VIS podrá llevar a cabo su misión", aseguró la ESA.La materia y la energía oscuras constituyen el 95 % del Universo, pero su naturaleza sigue siendo un gran misterio para los científicos. Mientras que la primera asegura la cohesión de las galaxias, la segunda provoca la expansión del Universo.Gracias a su mapa en 3D, el telescopio podrá realizar mediciones precisas de la distribución de las galaxias y la expansión del Universo, que se cree que comenzó hace seis mil millones de años.Las galaxias lejanas observadas permitirán retroceder en el tiempo hasta hace 10.000 millones de años, el tiempo necesario para que su luz llegue hasta nosotros.La esperanza es que Euclid pueda detectar las huellas dejadas por la materia y la energía oscuras a medida que se forman las galaxias.Las operaciones científicas del telescopio deben comenzar en unos dos meses.Le puede interesar "¿No sabe quién lo llama? Estas aplicaciones podrían ayudarlo a identificar los números desconocidos":
PDS 70 es una estrella joven que se encuentra a unos 370 años luz de distancia y alberga dos exoplanetas lejanos. Ahora, un equipo científico ha descubierto agua en el interior de su disco de gas y polvo desde el que se formarían nuevos planetas rocosos o terrestres, con propiedades similares al nuestro.El hallazgo ha sido posible gracias a las observaciones del telescopio espacial James Webb y, según el análisis, el agua se encuentra en forma de vapor caliente ardiendo a una temperatura de unos 330 grados centígrados.El descubrimiento, que explora la región donde normalmente se forman los planetas rocosos similares a la Tierra, apunta que cualquier cuerpo que se cree en el interior del disco alrededor de la estrella PDS 70 se beneficiaría de una importante reserva de agua, lo que mejoraría sus posibilidades futuras de habitabilidad.Liderado por científicos del Instituto Max Planck de Astronomía (Alemania) y con participación española, el trabajo supone un paso importante para entender cómo el agua, molécula esencial para la vida, pudo llegar a la Tierra, y si ese proceso sería extendible a los planetas rocosos fuera de nuestro sistema solar.La investigación, que publica la revista Nature, ofrece por tanto evidencias de un mecanismo por el que se suministraría agua a los planetas potencialmente habitables ya desde la etapa de formación y no (sólo) en un proceso posterior, como por el impacto de asteroides."Es posible que ahora hayamos encontrado pruebas de que el agua también podría ser uno de los ingredientes iniciales de los planetas rocosos -que están más cerca de su estrella- y estar disponible desde el nacimiento", resume Giulia Perotti, del Max Planck y autora principal del estudio.En concreto, los datos fueron recogidos por MIRI, del James Webb, un instrumento del infrarrojo medio en el que participan once países europeos, entre ellos España.Suscríbase a nuestro canal de WhatsApp aquí:👉🏻 bit.ly/42ZQznFLas observaciones del equipo científico tienen como objetivo identificar las propiedades de los discos de gas y polvo -discos protoplanetarios- alrededor de estrellas jóvenes, para avanzar en el conocimiento sobre las condiciones que determinan la composición de los planetas que potencialmente pueden formarse allí.Esta es la primera detección de agua en un disco de un sistema que alberga al menos dos planetas, según un comunicado del Max Planck.Estos dos exoplanetas (denominados PDS 70 b y c) no son rocosos, sino gigantes gaseosos con un tamaño similar a Júpiter y, como en nuestro sistema solar, están más alejados de la estrella anfitriona. Este tipo de planetas tardan menos en formarse que los rocosos y lo hacen acumulando polvo y gas que permanece tras la creación de la estrella. Aún no se ha encontrado ningún planeta cerca del centro del disco de PDS 70, pero tal y cómo explica a EFE David Barrado, otro de los autores y astrónomo del Centro de Astrobiología (CAB), sí podrían estar formándose en esa región.Es cuestión de detectarlos, si no en este sistema en otro similar; de hecho hay varios candidatos. Sería un paso importante observar un planeta rocoso en formación, porque hay que seguir entendiendo de dónde viene el agua y ver si el mecanismo hallado en PDS 70 es una excepción o no, detalla.Y es que los científicos aún debaten cómo llegó el agua a nuestro planeta y si este proceso podría hacer habitables los exoplanetas tipo rocosos o terrestres alrededor de otras estrellas distintas al Sol. La teoría más extendida es que fue el bombardeo de asteroides con agua lo que trajo esta molécula a la Tierra."El proceso del agua es esencial para entender la habitabilidad. Pensamos que el agua de la Tierra se incorporó con posterioridad a su formación pero con este trabajo vemos que una parte significativa pudo venir de las fases iniciales de la formación del planeta", señala el astrónomo del CAB, centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas e Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial de España.¿Y de dónde viene el agua hallada en la estrella PDS 70? Dado que su presencia fue algo inesperado, relatan desde el Max Planck, el equipo está investigando varios escenarios.Una posibilidad implica que sea un remanente de una nebulosa inicialmente rica en agua que precede a la etapa del disco -las estrellas se forman en enormes nubes de gas y polvo. Los cientos o miles de nuevas estrellas tendrán, casi todas, un disco del que luego se formarán planetas-.Otra fuente de ese agua podría ser el gas que ingresa desde los bordes exteriores del disco PDS 70. Bajo ciertas circunstancias, el oxígeno y el hidrógeno pueden combinarse y formar vapor de agua.Le puede interesar "¿Conejillos de indias? Elon Musk quiere implantes en el cerebro humano":