“Al que madruga Dios le ayuda”, dice el refranero popular. Es una invitación a comenzar el día lo más temprano posible. Tengo que decir que no es que me guste madrugar, pero lo he hecho en los últimos 38 años de mi vida. No sólo en el Seminario, donde comenzaba el día a las cinco de la mañana, sino en el ejercicio del ministerio presbiteral y en el trabajo en la radio y en la televisión.
Por eso no me extrañó que en un ranking publicado por World Statistics, Colombia apareciera como el país del mundo en donde más se madruga; según el dato, en promedio los colombianos se despiertan a las 6:30 a.m. Hay distintas posturas en torno a esto de madrugar, algunos autores como Daniel Pink creen que se trata de encontrar cuándo somos más productivos a lo largo del día, ya que durante la jornada nuestras habilidades cognitivas no son estáticas, y se mueven más de lo que nosotros creemos. Escoger cualquier momento, nos condiciona mucho el resultado que vayamos a tener.
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Otros como Robin Sharman creen que madrugar trae resultados positivos como la mejora en el sueño, alcanzar más logros diarios, concentrarse más, ser más productivos, tener más creatividad, entre otros. Pero según Sharma, los beneficios más relevantes son:
- Mayor energía, ligado al hecho de que el ejercicio físico que hacemos iniciando el día nos ayuda a trabajar más horas, de hecho, nos llena de vitalidad durante el resto de la jornada.
- Mayor felicidad y satisfacción personal que se genera al controlar la propia agenda. Es más fácil registrar el progreso en nuestros proyectos cuando hacemos las cosas a tiempo y evitamos la procrastinación.
- Mayor orgullo, el cual se genera al experimentar la sensación de estar despiertos mientras otros duermen. Según el autor, esto da empoderamiento. Sí, sentir que cuando ya todos despierten, quienes madrugan ya han trabajado dos o tres horas. Este ejercicio al realizarse diariamente permite que quien madruga se sienta bien consigo mismo.
Creo que lo fundamental es encontrar cuándo podemos rendir más. Todos somos diferentes y tenemos que aprender a identificar nuestra singularidad aún en la manera como manejamos el tiempo.
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