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¿Cuál sería el “gobierno de transición” del que hablan las Farc?

El panelista de Mañanas BLU Andrés Mejía se refirió a la expresión que usan Timochenko, Iván Márquez o Jesús Santrich para referirse al futuro próximo de la política en Colombia.

290739_BLU Radio. Logo Farc / Foto Twitter: @apa_prensa
BLU Radio. Logo Farc / Foto Twitter: @apa_prensa

Cuando Timochenko, o Iván Márquez, o Jesús Santrich, usan la expresión “gobierno de transición” para referirse al futuro próximo de la política en Colombia, a muchos colombianos se les hiela la sangre, y lo que se viene a la imaginación es que, pasado ese tal gobierno de transición, entrará en pleno un gobierno de la izquierda radical, conformado tal vez por las Farc, o por Petro, o por una alianza de ambos, y que estaremos en pocos años recorriendo el mismo camino de Venezuela.

 

Las propias Farc, quienes acuñaron el término y le han dado uso, no han explicado con precisión a qué se refieren.

 

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Si no me falla la memoria, el primero de sus jefes en utilizarlo, al menos en un pronunciamiento público, fue Timochenko, en el discurso que dio en la firma del llamado Acuerdo del Teatro Colón. En esa ocasión, dijo Timochenko que el gobierno de transición era necesario para garantizar el cumplimiento de los acuerdos de La Habana. Una comunicación más extensa vino después, cuando una reunión de jefes de las Farc se refirió al gobierno de transición como aquel que no solo garantizaría los acuerdos de La Habana, sino que ejecutaría una serie de políticas de bienestar social y medioambiental.

 

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En ninguna de las dos declaraciones está, sin embargo, lo que debería ser el elemento esencial y definitorio de la expresión: ¿transición a qué? La transición es el acto de moverse hacia algo, de transitar hacia algo. Y aunque no haya sido dicho explícitamente, creo que es natural pensar las Farc se refieren hacia una transición a otro modelo de Estado y de gobierno, más acorde con sus ideas. De hecho, hay una pista en la segunda declaración referida, pues en ella, al enumerar los fines del gobierno de transición, se dice que este dará “el impulso a un proceso constituyente abierto”. Proceso que, supondremos, permitiría a las Farc plantear su modelo de Estado y sociedad.

 

Vistas así las cosas, creo que tanto las Farc como sus más radicales contradictores estarían de acuerdo en dos puntos: primero, el gobierno de transición es para transitar hacia un Estado más afín al ideal de las Farc; y segundo, ese gobierno sería de tendencia de centro-izquierda, muy comprometido con la garantía de los acuerdos, y con políticas sociales que, de alguna manera, abrirían el camino a que luego venga una propuesta más francamente socialista.

 

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Y creo que ambos se equivocan, al menos en el segundo punto. Sí creo que es posible que el próximo gobierno sea una “gobierno de transición”, y que la experiencia de estos próximos cuatro años haga que, en 2022, los colombianos estén dispuestos a apostar por un modelo heterodoxo de Estado, y por un discurso radicalmente crítico del modelo actual.

 

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En lo que se equivocan es en qué tipo de gobierno sería el que propiciaría esa transición. No creo que sea un gobierno de centro izquierda, tibio y ligeramente amigo de las Farc, como seguramente lo caracterizaría el uribismo. El “gobierno de transición” no sería un gobierno de la social-bacanería.

 

Creo, por el contrario, que lo que llevaría a los colombianos a optar por una alternativa radical sería un gobierno que encarne y exacerbe los males del sistema político: un gobierno donde se enseñoreen la corrupción, el clientelismo, el favorecimiento a empresarios amigos, las maquinarias corruptas de las regiones, la venta de favores, el uso de “mermelada” para comprar la mal llamada “gobernabilidad”, y que con estos males traiga un mayor desprestigio del Estado, de la clase política y de sus liderazgos.

 

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Este sería el verdadero gobierno de transición: uno que convenza a los colombianos de que el sistema político es irremediablemente corrupto, y por tanto hay que echarlo abajo, y girar hacia la alternativa más extraña y radical posible. Una nación desesperada es impredecible, y así como en 1992 los venezolanos, cansados de la corrupción y la politiquería, aplaudieron la sangrienta tentativa de golpe de Hugo Chávez, y vieron en el agresivo discurso del teniente coronel una esperanza, así podrían los colombianos apostar por una alternativa radical. No estamos lejos: el cansancio con la corrupción y con la clase política es el mayor desde que tengo memoria. Gobierno de transición sería el que, abusando de esas prácticas, lleve nuestro cansancio al límite.

 

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