Por el funcionamiento de nuestro cerebro tendemos a vivir en automático, es decir, a tener unas rutinas muy bien aprendidas que nos permiten funcionar en la vida sin mucho esfuerzo. Eso que es muy importante para la supervivencia puede ser una gran limitación para poder ser dueños de nuestro proyecto de vida. Es necesario ser conscientes del porqué y el para qué hacemos lo que hacemos. Sabernos conscientes de la manera como estamos viviendo.
Donde más necesario es ser consciente de cada pensamiento, actitud y acción es en el ambiente laboral. Allí tenemos que ser conscientes del rol y el lugar que ocupamos en la organización o la empresa que sabemos.
Muchos por vivir de manera automática terminan sin entender realmente su función por lo cual tienen un desempeño por debajo de sus capacidades y del que se espera. Ser autoconsciente es ser dueño de uno mismo y así poder hacer ofertas de valor conforme a lo que somos capaces de hacer.
Daniel Goleman define la autoconciencia como tener un conocimiento profundo de nuestras emociones, fortalezas, debilidades, necesidades e impulsos. Aceptarlos y saberlos gestionar en función de los proyectos que tenemos. Quien tiene un alto índice de autoconciencia es más productivo porque sabe cómo sus impulsos emocionales y sentimientos le afectan en cada una de sus actividades. Sabiendo en qué momentos de su día es más productivo, qué tipo de retos son los que más se le adecuan a su ser, se mueve de sus zonas de confort de tal manera que esté creciendo constantemente. Entiende con qué tipos de personas puede tener más sinergia para alcanzar las metas del trabajo.
Lamentablemente esta habilidad no es muy estimada ni desarrollada en los espacios laborales, tal vez porque se cree que lo importante es el hacer. Lo cual simplemente desconoce la manera de funcionar de las personas. El ser y el hacer tienen que estar alineados.
Aquí la reflexión de Alberto Linero: