“No importan los años, sino la actitud ante la vida”, me decía mi abuelo paterno, quien nunca dejó de trabajar a pesar de que se iba haciendo cada vez más anciano. A lo largo del camino me di cuenta de que él tenía razón: conocí jóvenes con “mentalidad de viejos” y gente de la tercera edad con amplitud mental, bríos y mucha disciplina para trabajar.
En las culturas antiguas, donde el énfasis estaba en el conocimiento y no en la fuerza física, en la sabiduría y no en la belleza, en la experiencia demostrada con proyectos exitosos y no en los títulos obtenidos, se valoraba la vejez como una gran etapa de la vida y se les asumía a los mayores como los consejeros y los sabios; por ejemplo, en el mundo cristiano de los primeros siglos, a los líderes de la comunidad se les llamaba “presbíteros” que en griego significa “los ancianos”, para mostrar que lideraban al resto por la sabiduría que habían acumulado con el trascurso del tiempo.
En estos días, algunos han comenzado a criticar al presidenteelecto Gustavo Petro, porque siendo el mandatario más votado por los jóvenes, ha nombrado a tres ministros de más de 65 años: el canciller, Álvaro Leyva, tiene 79; el ministro de Hacienda José Antonio Ocampo, tiene 69; y la ministra de cultura, Patricia Ariza, tiene 76 años . Creo que la crítica desconoce que lo importante aquí no es la edad, sino el conocimiento, la experiencia y la capacidad de conectarse con el mundo de los jóvenes. Los tres nombrados son personas reconocidas en sus áreas de trabajo y tienen agendas muy precisas por desarrollar. Las evaluaciones no se hacen por un número de años acumulados, sino por los objetivos logrados.
En una sociedad que cada vez va teniendo una expectativa de vida más alta, es necesario que todos entendamos que el mundo no es sólo de los jóvenes y que es desde una relación respetuosa, funcional y constructiva, desde donde nos podemos desarrollar. Creo que las revoluciones las hacen las ideas defendidas por personas concretas y no las cédulas de ciudadanía.