Facundo Cabral con su acento argentino decía: “Quien no ama su trabajo, aunque trabaje todo el día es un desocupado”. Exponiendo que el trabajo que humaniza es aquel que está alineado con la esencia de cada uno, permitiendo que la persona sea muy productiva siendo feliz mientras aporta valor con su oficio y trabajo. Alguien pudiera decir que es una expresión idealista porque son muchas las personas que trabajan dónde toca y no donde quieren.
Sin embargo, ayer leí una nota de prensa en la que se comentaba el Estudio de medición Ambiente y Cultura de bienestar en organizaciones, realizado por la consultora Plurum, que se realizó con 35 mil personas empleadas en empresas de más de 15 sectores de todo el país; y lo interesante es que el 75% de los trabajadores se encuentra satisfecho con sus empresas. Es decir, 3 de 4 empleados están a gusto con su trabajo. Lo cual me parece un dato muy interesante porque permite creer que estas empresas pueden proponerse alcanzar la excelencia con personal tan satisfecho.
Esa satisfacción está dada por la motivación que se genera en el entorno laboral, las emociones que éste provoca, la calidad de las relaciones interpersonales, y la manera como la empresa responde a las necesidades fundamentales de cada empleado. Me gusta el resultado porque es una invitación a soñar en que al ser las personas más felices con su trabajo pueden ser reales constructores de una mejor sociedad.
Cada empresa tendría que cuestionarse por el 25% que dice no estar satisfecho y generar planes de incentivos, de mejoramiento de ambiente laboral y de motivación que permita un compromiso intenso y denodado en cada uno de sus miembros. También cada empleado tendría que cuestionarse en cómo podría aprovechar más el espacio laboral en función de sus objetivos personales. Valorar el trabajo que se tiene es una manera de ser responsable.