En el tinglado de las relaciones interpersonales, una que está marcada por las emociones más fuertes es la relación con los hermanos. Con ellos compartimos la vida de manera intima e intensa y nos sentimos protegidos y cuidados, pero a la vez, tenemos roces que nos duelen mucho y que producen heridas que a veces cuestan sanar.
Estoy seguro que no hay una sola persona que pueda decir que no ha peleado con sus hermanos. De hecho, en mis tiempos de ejercicio ministerial, muchas veces tuve que escuchar de padres de familia peticiones de consejos para tratar de manejar las relaciones de sus hijos.
Yo mismo, que adoro a mis 5 hermanos, muchas veces he tenido dificultades con ellos que generan distancias, pero también abrazos y reconciliación. De hecho de niño mi hermano era muy bueno para las trompadas y varias veces peleamos, pero siempre nos amamos más. Por eso, me llamó mucho la atención la noticia de Veracruz, México, donde un joven de 17 años asesinó a su hermano de 22 por una discusión a raíz de un videojuego.
Me escandaliza, porque muestra los niveles de violencia a los que hemos llegado, a la incapacidad que tenemos de controlar las emociones, y sobre todo, el no saber poner límites a nuestras reacciones.
Este tipo de situaciones no pueden pasar. Es necesario que los padres de familia generen un proceso de crianza en el que los hijos entiendan lo que significa la fraternidad y puedan ayudarse y colaborarse en sus procesos de vida. Pero a la vez, se trata de vivir desde el respeto y el reconocimiento de la dignidad del otro. Toda violencia genera más problemas que soluciones.
El amor tiene que estar por encima de las diferencias y es necesario que aprendamos a solucionar los conflictos que continuamente suceden en la vida diaria con las personas que más amamos.
Hay que ser cuidadosos, porque no podemos dejar que las reacciones nos lleven a dañarlas deliberadamente, ya que de eso siempre nos vamos a arrepentir. Se requiere generosidad, humildad, buena comunicación y saber perdonar para tener una buena relación con los hermanos. No vale la pena vivir distanciados de ellos.
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