El proceso de retorno de la comunidad Emberá que permanecía en Bogotá dio un nuevo paso este lunes con la salida de 500 personas en 16 autobuses, de las cuales 250 eran niños, niñas y adolescentes, quienes viajaron junto a sus familias hacia los departamentos de Risaralda y Chocó.
Roberto Angulo, secretario de Integración Social de Bogotá, explicó que la prioridad ha sido garantizar la protección de la niñez en todo el proceso. “Estamos muy contentos porque acaban de salir los 16 autobuses del retorno con aproximadamente 500 personas, 250 eran niños, niñas y adolescentes. En la Secretaría de Integración Social hemos trabajado todo el día protegiendo a los niños, manteniéndolos en un lugar seguro, y asegurándonos de que cada menor viajara con su núcleo familiar completo. Hemos activado también las rutas de comisarías”, señaló el funcionario.
Al mismo tiempo, la Secretaría inició un seguimiento administrativo a 45 rutas de violencia intrafamiliar, de las cuales 10 corresponden a casos especializados en niñez y adolescencia. Además, se adelantan 13 denuncias en la Fiscalía, varias de ellas por maltrato infantil, y se trabaja junto al ICBF para evaluar los reintegros de menores que estaban bajo procesos de restablecimiento de derechos.
Angulo añadió que este acompañamiento continuará con los cerca de 350 niños que aún permanecen en los asentamientos de La Rioja y La Florida, a la espera de su retorno en los próximos días.
Por su parte, la Consejería de Paz, Víctimas y Reconciliación recordó que 170 personas Emberá decidieron permanecer en Bogotá, por lo que recibirán acompañamiento institucional para reconstruir sus proyectos de vida en la ciudad. “La ruta implica corresponsabilidad: las familias reciben acompañamiento, pero también el compromiso de acatar las normas de ciudad”, indicó la entidad.
Sin embargo, a última hora una familia Emberá compuesta por cerca de 80 personas decidió no abordar uno de los autobuses y permanecer en el Parque Nacional, donde funcionarios del Distrito se alistaban para realizar labores de fumigación con el fin de controlar la proliferación de roedores. Ante la situación, los indígenas encendieron una pila de madera y se refugiaron en varias carpas improvisadas dentro del parque.