Quibdó en cuidados intensivos, primera parte: trabajando con las uñas
Entre pacientes buscando una remisión, a la ausencia de equipos médicos de calidad y pasillos averiados.
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Por la Sala de Urgencias del Hospital San Francisco de Asís, en Quibdó, transitan las personas “como Pedro por su casa”, aunque hay unos cuantos vigilantes. BLU Radio ingresó varias veces sin que preguntaran si quiera, hacia dónde nos dirigíamos.
Unas cuantas habitaciones con entre cuatro y seis camas, y en ellas, algunos ventiladores manuales que reposan en el suelo.
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En los pasillos, cuyas paredes están agrietadas y con visos de humedad, están otras cuantas camillas, una mujer boca abajo se queja del dolor, par metros a la izquierda, una señora con su mamá en silla de ruedas, mirando a la pared blanca, y las conexiones en el corredor con escasa iluminación. Caminando una joven indígena con su bebé en brazos, nada distinto a lo que puede verse en centros hospitalarios de ciudades capitales en otros departamentos.
El particular olor a hospital mezclado con el sofocante calor de Quibdó, empieza a combinarse y a hacerse más fuerte con el aroma del río Atrato, que se junta en uno de los pasillos y se alcanza a ver en medio de rejas a las que les falta algunos cristales, pero que está enmarañado con plásticos que se ven en la vegetación descuidada, contigua a esa reja donde la luz es más intensa y luego, el pasillo conduce a los consultorios. Varios de ellos, vacíos, otros con especialistas que reciben a los pacientes a quienes después de buscar una cita por días, semanas, e incluso meses, logran, por fin, el anhelado encuentro con el experto.
De forma cuidadosa y sin permiso a intrusos, está la sala de neonatos, que, por dentro, según nos contaron porque no logramos ingresar, está protegida, pero con carencias de equipos en óptima calidad.
“¡Me preocupa nuestra situación! enfocado en la parte asistencial, nosotros no contamos con una unidad especial para niños, una unidad pediátrica, de Cuidados Intensivos. Hay tres unidades de adultos en el Chocó, pero no tenemos pediátrica ni neonatal. El personal está capacitado para atender a ese tipo de pacientes, pero el apoyo por parte del gobierno con equipos especializados es muy necesario”, eso cuenta Rosa Perea, terapeuta respiratoria del San Pacho.
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Ketty es el nombre de una pequeña que llegó al hospital con problemas respiratorios. Pasó de una bronquiolitis, luego le detectaron neumonía. Fue víctima de uno de los tantos paseos de la muerte: la enviaron a Bogotá para ser atendida, desde la capital, le remitieron nuevamente a su ciudad de origen, en Quibdó. Su estado empeoró y tuvo una recaída.
¡Volvió la tormenta!
Después de intentos, llamados, remisiones, denuncias, insistencia para que pudiera recibir atención con equipos de calidad en un Hospital de tercer nivel, no fue posible. Largas esperas para que la EPS ordenara atención en otro lugar, se convirtieron en un desenlace fatal para la pequeña que buscaba ser trasladada a un espacio en el que pudieran salvarle la vida.
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“No hay camas, no hay camas, no ha sido posible, no hay camas, no hay opción”, fue la respuesta que le dieron al hospital.
“Ketty estuvo mucho tiempo hospitalizada. No fue posible sacarla a un tercer nivel hasta que tuvo una falla ventilatoria y falleció. Nos dolió mucho porque fue mucha la espera, los intentos que se hicieron. No fue posible, esperó mucho tiempo, porque son casos que a uno realmente le duelen”, sigue recordando la terapeuta que atendió a la pequeña niña.
Pero no es una situación de un día, ni de hoy ni ayer, es una lucha constante que lleva años. Han sido batallas perdidas, pero que en el hospital se resisten a darse por vencidos.
Astrid es una ingeniera biomédica que trabajó en el San Francisco en 2017, y cuenta, que, desde entonces, los verdaderos equipos, que sean suficientes y de calidad para atender a la gente, han estado ahí, en veremos.
Relata que la dotación en ese entonces era baja y la demanda de ventiladores médicos era alta, pero la oferta era insignificante. Se trata de aquel equipamiento que ayuda al paciente a respirar, pero mientras los enfermos llegaban a recibir apoyo, la crisis crecía. Después de unas gestiones, se logró conseguir un par, pero fue transitorio, lo que hay, no logra cubrir las necesidades estrictas de atención.
“Lo que había era para atender casos en un Hospital de nivel II, llega mucho paciente para ventilar, se hizo una gestión para adquirir ciertos equipos, pero no es suficiente, porque es el único hospital departamental y atiende los casos de todas las poblaciones. Tanto afros como indígenas, y en el caso de los indígenas, hay muchas enfermedades respiratorias, y al no haber equipos especializados para tratar estos pacientes, obviamente hay mucho más riesgo a la hora de su atención”, cuenta la ingeniera.
Recorriendo las instalaciones del lugar, se encuentra uno con techos aún con rendijas sueltas, cables desordenados y un área sellada con cintas amarillas y un aviso rojo puesto por la oficina de riesgos del ambiente de la Secretaría de Salud con un grande título que dice: ¡Desfavorable!, esto, como concepto sanitario.
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“El costo para los traslados de los pacientes es muy alto. Las EPS se demoran en el traslado. Traer las ambulancias, y los pacientes que, por ejemplo, no tienen con qué pagar, a veces, la Fuerza Aérea nos apoya y los podemos entregar. Hace falta mucho apoyo por parte del Gobierno Central. En infraestructura y en equipo. Capacitar al personal en muchas áreas, y se ha tratado de mejorar, pero hace falta. Si las EPS pagaran al hospital, no nos dejarían morir. Este hospital no tiene cómo sostenerse si no pagan lo que se adeuda”, continúa la terapeuta.
Quibdó, en cuidados intensivos. En la siguiente entrega del especial sobre la situación de la salud en la capital chocoana, relataremos la crisis que enfrentan los especialistas del principal centro hospitalario y la lucha que llevan para que remuneren sus servicios.
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Escuche el informe completo aquí: