Un juez en La Haya dictaminó que Jonathan M., un donante de esperma que ha engendrado al menos 550 hijos, debe dejar de donar su esperma para proteger a los niños de las consecuencias psicosociales negativas que resultan de tener "cientos de medios hermanos que no eligieron".
La corte se pronunció sobre el caso después de que una madre que dio a luz a un niño con el esperma de Jonathan M. y la fundación Donorkind presentaran una demanda para frenar al donante, alegando que ponía innecesariamente en riesgo a sus hijos.
La corte reconoció que el caso involucraba derechos fundamentales en conflicto: el derecho a la intimidad de padres e hijos de donantes, protegido por la Convención Europea de Derechos Humanos, y el derecho del propio donante. Sin embargo, determinó que los intereses de los niños nacidos por donación y sus padres superan el interés del donante a continuar donando esperma.
“En esencia, este caso trata de derechos fundamentales en conflicto. Por un lado, el derecho a la intimidad de padres e hijos de donantes, protegido por el artículo 8 la Convención Europea de Derechos Humanos, y, por otro lado, el mismo derecho del donante. El tribunal es de la opinión de que los intereses de los niños nacidos por donación y sus padres superan el interés del donante a continuar donando esperma a nuevos futuros padres”, determinó la Corte.
Los denunciantes argumentaron que Jonathan M. se negó a detener la práctica, a pesar de que las reglas le prohibían tener más de 25 hijos por donación. El donante pudo evitar las restricciones porque las clínicas neerlandesas no comparten datos entre ellas y no hay información sobre acuerdos que se alcanzan a nivel privado entre interesados y donantes de esperma que ofrecen sus servicios a través de plataformas en línea y redes sociales, algo que también hizo Jonathan M., que también donó semen en otros países.
En su defensa, Jonathan M. invocó su derecho a decidir libremente si seguir donando esperma y defendió que no estaba actuando por interés propio, sino de los futuros padres a quienes quería ayudar. También afirmó que el riesgo de incesto era muy pequeño porque sus hijos podían saber quién era su padre al no ser un donante anónimo. En el fallo, el juez de instrucción consideró que Jonathan M. "desinformó deliberadamente a los padres" sobre la cantidad de niños que había engendrado y que tenía la intención de engendrar como donante porque sabía que esa información era determinante para su decisión de aceptarlo o no como candidato a proporcionarles su esperma.
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