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Podcast: Historia extranormal: Teddy, el oso maldito

‘Historia extranormal’ es una sección del programa Luna Blu de Blu Radio en que se recopilan algunas de las narraciones más perturbadoras y los mitos...

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que merecen ser contados una y otra vez, porque nunca estamos solos.

 

Mi hermana tenía un oso de peluche. No sé por qué, pero me lograba atemorizar. Era demasiado molesto para mí. Sus ojos parecían reales, como de un animal vivo.

 

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La primera vez que empecé a tener sensaciones extrañas sobre el oso fue cuando mi hermana lo recibió, siendo una bebé. Pero lo realmente extraño comenzó 5 años más tarde.

 

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A la edad de 7 años mi hermana había perdido total interés en el oso, así que mi madre terminó por guardarlo en el viejo armario para juguetes, el único problema era que el armario estaba en mi habitación.

 

Cuando yo tenía 9 años, edad suficiente para estar por mi cuenta e ir a la cama sin ayuda, solía meterme en la cama tras apagar la lámpara. En una ocasión estaba quedándome dormido y recordé a mamá poniendo ese peluche en el armario. Poco a poco me di la vuelta para mirar hacia donde estaba el terrorífico muñeco. Mi corazón se detuvo de pronto al pensar en los horrores que el peluche me había causado, los traumas y los miedos de infancia, pero a la edad de 9 años deseaba crecer y perder mis temores infantiles por lo que sólo sacudí mi cabeza tratando de quitarme esos pensamientos y me acomode sobre la almohada.

 

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Cuando me levanté acomodar mis sábanas un poco, me di cuenta de algo que marcaría mi vida para siempre: allí estaba, al final de mi dormitorio, el oso de peluche. Mi corazón empezó a latir rápidamente, me quedé mirándolo fijamente durante un minuto. Pronto el cansancio logró vencerme de nuevo y cerré los ojos. Los abrí nuevamente y vi al peluche sentado más cerca de mi cama. En este punto, estaba muy asustado. Comencé a caminar hacia la pared y miré a mi alrededor para ver si había alguna señal de que alguien hubiera llegado sin que me diera cuenta. Cuando miré hacia atrás vi el peluche en el borde de mi cama, yo estaba tan aterrorizado que casi me desmayaba por el susto. Cuando parpadeé, se había ido. Miré a mi alrededor. Para alivio mío, no lo vi por ninguna parte.

 

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Recargue mi cabeza sobre la almohada con la esperanza de dormir un poco. Entonces abrí los ojos. Estaba sobre mi cabeza, mirándome fijamente. Grité cuando se abalanzó hacia mí. Ya nunca volví a ver un oso de peluche de la misma forma. Mis padres corrieron asustados a mi habitación. Al explicarle lo sucedido trataron de convencerme de que había sido tan sólo una pesadilla.

 

Insistí tanto que finalmente sacaron al oso de mi cuarto y lo guardaron en una pequeña caja donde guardaban algunos trapos viejos y se la llevaron a la habitación de mis padres.

 

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Nunca pude superar el incidente pero no dije nada a mis padres, así que unos años más tarde, aprovechando que ellos no estaban en casa, localicé la caja y me dispuse a destruir al oso de una buena vez. Pero cuando la tuve en mis manos, el terror me hizo presa y arrojé la caja sin abrir al fuego de la chimenea. Entonces me senté mirando y disfrutando como la caja, con el oso adentro, se convertía en cenizas.

 

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Pasaron los años, llegué a la universidad y me mudé a una nueva casa. Mi sorpresa y horror fue al verlo a él. El peluche, que estaba sentado allí, mirándome con esos ojos realistas en blanco. Estaba más allá de la imaginación, como si fuese una escena de una película de terror. Mis temores no podían ser contenidos y el oso o demonio que lo poseía estaba por atacarme. Reuní el poco valor que me quedaba y lo tomé y lo tiré a la basura y puse un bloque de cemento sobre la tapa. Me fui a dormir sintiéndome un poco más seguro. Me desperté esa noche y revisé la hora. 12:12 am.

 

Oí un ruido en la cocina. Bajé a la sala y me di cuenta que la puerta estaba abierta con pisadas fangosas de la entrada y que llevaban a la cocina. Vi que uno de mis cuchillos había desaparecido del soporte y luego escuché algo arrastrándose detrás de mí. Sin voltear tomé mis llaves, corrí hacia mi carro y me fui. Miré en el espejo retrovisor y vi su cara. Él sostenía un cuchillo. Aplique los frenos. El oso de felpa voló atravesando el parabrisas delantero y cayó al asfalto. No podía creer lo que estaba sucediendo, pero se levantó y me miró directamente a los ojos. Sentí como si me jalara hacia él. Lo único que se interponía entre nosotros serían mis dos ruedas delanteras. Acelere hacia él y se sintió un ligero golpe en el auto. Suspire de alivio, me fui de ahí.

 

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Cuando volví a casa Teddy estaba al final de mi cama otra vez y comprendí que me seguirá hasta que logre asesinarme.

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