Realmente creo que la experiencia de un padre leyendo con el ritmo que exige el texto, haciendo los énfasis del relato, escuchando y respondiendo las preguntas de su hijo o hija, no la puede reemplazar nada.
Es el poder del testimonio lo que inspira. Siempre la vida reflexionada tendrá más potencia aleccionadora que el discurso, por más provocador y sugestivo que sea. Al fin y al cabo, los seres humanos siempre buscamos modelos y referentes para orientarnos en la realización de nuestro proyecto de vida.
Admiro a las personas que son pacientes. Esas que pueden adaptarse al ritmo de las situaciones y personas. Que no se anticipan negativamente, ni se desesperan, ni se enfurecen por tener que esperar.
Debo decir que, durante mi formación primaria y secundaria, estos temas no eran importantes. Lo fundamental era adquirir los conocimientos que nos permitieran responder a las exigencias académicas.
Los vínculos afectivos exigen que estemos atentos los unos a los otros cotidianamente. Estoy convencido de que la felicidad depende de la calidad de los vínculos afectivos que tenemos.
Esta situación puede ser fuente de frustración y desmotivación para algunos jóvenes, pero también puede afectar la excelencia del trabajo porque puede estar siendo realizado por personas que no están preparadas para ello.
Jerome Bruner tiene razón cuando dice: “El juego en los niños(as) es su actividad principal, su medio de conocerse y de descubrir su entorno, establecer conductas y relaciones con él. En esta etapa, el niño comienza a aprender jugando.
En términos de crianza, se trata de propiciar procesos con amor en los que los hijos, desde el desarrollo de sus habilidades y en la apropiación de valores coherentes, sean responsables y autónomos.