"Acoso no es cortejo", editorial de Ana Cristina Restrepo
En el editorial de este lunes en Vive Medellín, Ana Cristina Restrepo habló sobre el acoso sexual.
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Este es el editorial de Ana Cristina:
La Universidad de Antioquia acaba de desvincular a un docente de cátedra de la facultad de ciencias económicas, denunciado por presunto acoso sexual a una estudiante de sociología.
En mayo de 2015, un juez de control de garantías de Medellín le había prohibido al acusado acercarse a menos de 10 metros de la víctima, comunicarse con ella y concurrir a los lugares donde la misma se encontrará.
El acoso sexual se mueve en una zona gris que no está definida con precisión ni por las leyes ni por los códigos de buena conducta que son los manuales de convivencia de las universidades.
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Para comprender el asunto es necesario devolvernos al año 2006. Víctor Alfonso García fue condenado a cuatro años de prisión por tocarle la cadera a una estudiante. Entre García y la mujer acosada, no mediaba relación académica ni de ningún tipo. Ante la presión de la opinión pública que consideró la pena como excesiva, la Corte Suprema de Justicia anuló el proceso amparada por un argumento: el acusado no podía ser privado de su libertad puesto que el caso no cumplía con las condiciones de una agresión sexual.
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La Ley 12-57 de 2008 consagró el acoso sexual como una forma de violencia. Los agresores deben pagar entre uno y tres años de cárcel. La relación de poder entre el agresor y la víctima se considera como agravante.
Hasta hace ocho años, esta contravención se encontraba únicamente en el Código del Trabajo que la calificaba como una forma de acoso laboral. O sea: quien no fuera asalariado, quedaba desprotegido.
En 2012, el periódico El Espectador clamaba: “Hay que ajustar las vías administrativas y repensar la penalización del acoso [sexual], pero la solución se encuentra en el mismo lugar en el que se halla el problema: en la cultura”.
El acoso sexual puede abarcar desde la palabra, la mirada y el roce intencional hasta la propuesta indecente. Nuestra sociedad avala ciertos excesos de confianza en algunos entornos académicos, los observa bajo el rasero cultural, los adopta como “familiaridad” y “cercanía”, y no como el traspaso de una frontera que debe ser claramente establecida.
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Las formas del cortejo son muy diversas: a veces, elegantes y sutiles; otras, burdas e intimidatorias, dan asco. Sin embargo, es aquí donde precisamos entender: cortejo o coquetería no es sinónimo de acoso sexual.
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El cortejo entiende las señales del consentimiento o del rechazo y, de ser necesario, emprende la retirada. Inmediata. El cortejo obedece al respeto. (No nos equivoquemos: no solo los hombres son acosadores, también los hay acosados).
Los tiempos cambian. Eso que algunos insisten en excusar bajo la óptica de “la cultura”, tiene otro nombre y otro tratamiento de acuerdo con la norma: acoso sexual.
Tanto el cortejo como el acoso sexual nacen en el lugar inexpugnable del deseo humano. La diferencia radica en que quien corteja puede terminar con esposa. Y quien acosa sexualmente, con esposas.