Actualizado: 27 de feb, 2017
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La Batalla de Flores es el desfile más importante del Carnaval de Barranquilla. Y lo es porque es el que atrae el mayor número de participantes, de espectadores y porque mueve una buena cantidad de patrocinadores, así como el más grande despliegue de medios de comunicación para su cubrimiento y divulgación. La Batalla de Flores es, pues, el evento que todos debemos cuidar. Pero no ocurre así. O mejor: no ocurrió así el pasado sábado, cuando miles de asistentes al desfile en la Vía 40 debieron soportar todo tipo de maltratos, abusos y excesos por parte de quienes decidieron convertir la Batalla de Flores en un relajo, un desorden absoluto y un caos monumental. El espectáculo del sábado fue deplorable y deprimente. No hubo orden, ni autoridad. Hubo -en cambio- recocha y desorden a todo nivel. Como en el célebre comercial, habría que preguntarse ¿quién tuvo la culpa? Todos los que se encargan de la organización del desfile, unos en mayor medida que otros. Nadie se salva. Cómo se explica, por ejemplo, los baches eternos entre las comparsas. ¿Quién responde por las "falsas marimondas", que desfilaron y se dedicaron a perratearse el desfile? ¿De dónde salieron y quién o quiénes autorizaron su presencia? ¿Quién o quiénes permitieron que -una vez descubiertas- pudieran terminar el desfile? Una de las responsables del desfile, sostiene que la culpa de lo sucedido es de todos y afirma que una cosa es lo que se planea en los meses previos a la Batalla de Flores y otra bien distinta es lo que sucede él sábado del desfile. "Con uno se comprometen a no tener más de treinta personas en la comparsa, pero se aparecen trescientas personas borrachas", afirma. Es decir, para expresarlo en términos vulgares, esto es un despelote en el que cada quien hace lo que le da la gana. Así ocurre, por ejemplo, con algunos patrocinadores que creen que porque ponen una plata pueden "marranear" y pasarse por la faja las directrices de los organizadores. Se comprometen a llevar un número de invitados y se aparecen con una cantidad desorbitante, que lo que hace es contribuir al desbarajuste. ¿Quién define el tamaño y la altura de las carrozas? ¿Por qué todos los años debemos asistir al triste espectáculo de carrozas atascadas, que terminan armando trancones y luego que superan el obstáculo de los cables, continúan el recorrido como si fueran carros de Fórmula Uno? ¿Quién mete en cintura a los especuladores con los precios de los alimentos y las bebidas? En fin, es una lástima que el hecho de haber celebrado una Batalla de Flores sin riñas, sin enfrentamientos y sin heridos, como en efecto sucedió, se haya visto empañado por el despelote de un desfile en el que reinó el caos y la improvisación. En algún momento tendremos que hacer una Batalla de Flores con todas las de la ley. Pero por desgracia la del sábado no fue.