En un país donde emprender es sinónimo de perseverancia, adaptabilidad y compromiso, Wok se ha convertido en un referente de innovación, sostenibilidad y respeto por la cultura gastronómica. Fundado por Benjamín Villegas, chef de profesión y amante de la naturaleza, este restaurante no solo trajo la cocina asiática a la mesa colombiana, sino que también construyó una cadena de valor que dignifica al productor local y al medio ambiente.
Desde muy joven, Benjamín supo que su vida estaría ligada a la cocina. “Empecé a cocinar a los 11 años y desde entonces supe que eso era lo mío”, cuenta. Su pasión por el sabor lo llevó a estudiar cocina en Londres y luego a vivir en una pequeña isla de Tailandia llamada Kotao, donde se sumergió, literalmente, en la cultura culinaria local. “Vivía en un bungalow de madera, iba al mercado con una lista en mano, y en las noches ayudaba a preparar los platos. Aprendí con ellos, comiendo lo que ellos comían, viviendo como ellos”.
Esta conexión profunda con los ingredientes auténticos y la naturaleza marcó el rumbo de lo que sería Wok en Colombia. A su regreso, Benjamín se enfrentó con una gran dificultad: la escasez de productos frescos asiáticos en Bogotá. “En esos años era muy raro conseguir pescado fresco, casi todo era congelado”, recuerda. En lugar de rendirse, decidió crear una red de productores locales, sembradores y comunidades aliadas. Así comenzó una apuesta que revolucionó no solo su menú, sino el vínculo entre la gastronomía y el desarrollo sostenible.
Uno de los hitos más importantes fue su proyecto de pesca responsable. “Nos dijeron que no era buena idea quitar el atún de la carta. Nos llevaron a conocer a una comunidad de pescadores en el Pacífico colombiano y empezamos a trabajar directamente con ellos”, cuenta Benjamín. Hoy, más del 90% del pescado usado en sus restaurantes proviene de pesca nacional, bajo estrictos estándares de sostenibilidad.
“La rentabilidad no es igual cuando se hace bien”, afirma Villegas con claridad. “Es mucho más rentable no ser sostenible, pero nosotros decidimos asumir ese costo porque hace parte de nuestros principios”. Esta visión ha llevado a Wok a generar impacto económico y social en múltiples regiones del país, estableciendo relaciones de confianza con las comunidades productoras. “Nosotros no hablamos de sellos, hablamos de certificados de confianza”, dice. La clave ha sido el acercamiento directo, con visitas, talleres y acompañamiento real.
Sin embargo, crecer sin perder esa esencia ha sido todo un reto. Muchos se preguntan por qué Wok no ha llegado a otras ciudades como Medellín o Barranquilla. “Hemos estado cerca, pero llevar toda la cadena de producción sostenible a otra región es complejo. Bogotá no ha dejado de crecer y siempre hay nuevos barrios donde abrir”, explica.
Más allá de los platos servidos en sus restaurantes, Wok representa una manera distinta de entender los negocios en Colombia: como un acto de responsabilidad social, ambiental y cultural. Sus clientes han aprendido a aceptar que a veces “no hay” porque “trabajar con productos frescos implica entender la naturaleza”. Y es precisamente esa coherencia la que ha generado lo que Benjamín llama “amor a la marca”.
Emprender en Colombia implica sortear obstáculos logísticos, climáticos y estructurales, pero también es una oportunidad para construir país desde el propósito. Como dijo Benjamín en su conversación con Mauricio Rosillo en el videopodcast Un Paso Adelante: “Hay que estar dispuestos a ceder margen, pero el impacto que se genera es irreemplazable”.
Wok es, sin duda, la prueba de que se puede hacer empresa con valores, crecer con propósito y cocinar un mejor futuro, plato a plato.