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Desde antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los nazis ya habían puesto sus ojos en Colombia.
En un principio su interés fue estratégico, pues sabían que si llegaba un conflicto global, sería de gran importancia controlar el Canal de Panamá.
Su plan para ello era poner un Gobierno manipulado en Bogotá que invadiera el país vecino y pusiera el paso entre los dos océanos a su servicio.
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Además, era de sumo interés las riquezas culturales de Colombia tales como el petróleo y el oro.
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Desde la década de los años 30 del siglo pasado, los nazis comenzaron a trabajar arduamente en el territorio nacional. Desplazaron a diferentes agentes que, camuflándose como funcionarios de la embajada alemana, debían formar una columna que poco a poco pudiera controlar el Gobierno.
Oficiales nazis se encargaron de traer a los pilotos alemanes para que actuaran en caso de que se produjera la invasión.
Colombia cortó relaciones con los países del eje y el contraespionaje del Gobierno estadounidense empezó a surtir efecto.
Se creó un campo de concentración para los sospechosos de apoyar este plan en Fusagasugá, minimizando los riesgos del control nazi.
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Investigadores de prestigio internacional afirman que Adolf Hitler estuvo en el país después del conflicto.