
Paul Bernardo y Karla Homolka, conocidos como los "asesinos Ken y Barbie" por su apariencia atractiva y su vida de crímenes ocultos, protagonizaron uno de los casos más brutales en la historia criminal de Canadá. Lo que comenzó como una relación tóxica basada en el dominio y la sumisión, terminó en una escalada de abusos, torturas y asesinatos de menores, incluyendo a la propia hermana de Karla.
La infancia de Paul estuvo marcada por el abuso. Criado en un hogar disfuncional donde su padre adoptivo maltrataba a su madre y abusaba de su hermana, desarrolló un odio profundo hacia las mujeres. Aunque en su adolescencia fue un boy scout ejemplar, al descubrir que era hijo ilegítimo, su personalidad se tornó violenta. En la universidad, sus fantasías sexuales sadistas lo llevaron a cometer una serie de violaciones en Scarborough, Toronto, entre 1987 y 1989, sin que la policía lograra detenerlo a tiempo.

Karla Homolka, por su parte, era una joven obsesionada con complacer a Paul. A pesar de sufrir maltratos, justificaba cada uno de sus actos. En un intento por mantener su relación, accedió a ayudarlo a violar a su hermana menor, Tammy, de 15 años. En diciembre de 1990, la drogaron con un anestésico veterinario y Paul la violó mientras Karla grababa. Tammy murió asfixiada, pero la pareja lo hizo pasar como un accidente. Este crimen no los detuvo: luego secuestraron, torturaron y asesinaron a Leslie Mahaffy (14) y Kristen French (15), filmando cada uno de sus actos.
La justicia llegó tarde. Recién en 1993, pruebas de ADN vincularon a Paul con las violaciones en serie, y un allanamiento a su casa reveló los videos de los crímenes. Karla, temiendo una condena mayor, traicionó a Paul y pactó con la fiscalía: testificó contra él a cambio de una pena reducida de solo 12 años. Paul fue condenado a cadena perpetua sin libertad condicional, mientras que Karla recuperó su libertad en 2005, cambió su identidad y comenzó una nueva vida.