Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reciba notificaciones de Blu Radio para tener las principales noticias de Colombia y el mundo.
No activar
Activar

Publicidad

Cali, la sucursal de ‘peregrinos sin retorno’

Las afueras de la terminal de transportes de Cali es el escenario donde diariamente llegan decenas de venezolanos para conseguir una mejor opción de vida.

315540_Venezolanos en Cali - BLU Radio
Venezolanos en Cali - BLU Radio

“Yo tuve que vender mi casa, mis corotos, todo pa’ venirme para acá pa’ Colombia. Me quedé sin nada, no dejé nada en Venezuela; las empresas cerraron, todas las industrias, eso está caótico. No hay comida, no hay nada”, decenas de relatos como esos son recurrentes en las afueras de la terminal de transportes de la ciudad de Cali, donde un andén es el espacio donde pernoctan por días, semanas y meses esos caminantes que de alguna manera buscan trabajo o un aventón para llegar a Ipiales y cruzar al Ecuador.

 

“Me vine viajando, logré un pasaje hasta Bucaramanga, ahí trabajé y trabajé, logré conseguir pase hasta Cali. Aquí me encuentro trabajando para llegar a Ipiales”, cuenta un joven con camiseta de fútbol que vende dulces en la esquina del semáforo de la terminal.

 

Publicidad

 

Publicidad

A lo lejos se ve su pueblo natal, esta no es la tierra que los vio nacer, un cartel en una complicada calle los identifica. Son ‘una manada del rebusque’, de la esperanza de un ser solidario o del afán de que no caiga un aguacero en la sucursal del cielo, porque ¿dónde se refugiarán?

 

“A mi bebé le dio una gripa, una tos, fuimos a la farmacia y le pudimos comprar unos remedios. Aquí todo el mundo tiene una EPS y pues ella no tiene un seguro médico, ninguno”, cuenta una madre que cambia billetes de bolívares viejos por alguna moneda y se queda con su hija en las calles y come lo que voluntarios le regalan.

 

Publicidad

Entrar a Cali es de por sí una de las más gratas experiencias al recorrer Colombia. Su clima cálido y gente amable son reflejo del porqué los migrantes han tomado la decisión de quedarse en esta ciudad. Aunque las oportunidades de trabajo son escasas, las familias intentan acomodarse en un andén o en cualquier parque, pues las características climáticas se acoplan a las de su país.

 

Publicidad

“Aquí en Cali uno se siente bien. En Venezuela me tocó bajar mangos para comer de una mata porque no se conseguía pan, ni arroz, ni harina, a pesar de que Valencia, estado Carabobo, era la zona industrial de Venezuela. Pero no se conseguía nada. Donde estaban las empresas, ya las empresas se habían ido todas”, cuenta Fabiola Torralba, una mujer de cuarenta años asentada en la ‘sucursal del cielo’ y comerciante informal.

 

Un corte de pelo en la calle con el adorno que se le antoje o el diseño capilar de moda en el Valle, son un regalo de algunos voluntarios que se acercan al estrecho andén del terminal, como Dumar Rico, que lleva a sus estudiantes para que practiquen su estilística profesión en los venezolanos que necesitan un corte.

 

Publicidad

Publicidad

 

“Tengo estudiantes venezolanos, dos del Tolima y mi persona. Todos somos desplazados. Así como yo llegué a Cali desplazado del Tolima, no me duele decir paramilitares, porque ellos me desplazaron a mi familia y a mí y nos tocó buscar este medio del estilismo”, cuenta Dumar Rico, un colombiano que utiliza el andén del terminal para hacer de las cabezas de los venezolanos el objeto para practicar la peluquería.

 

Y es que aquí el drama los persigue y para ellos, incluso, tener los documentos en regla no es garantía. Temen que los lleven presos o los deporten.

Publicidad

 

“Tengo los documentos, ando legal. Ya se me va a acabar el tiempo”, cuenta uno de los jóvenes venezolanos mientras muestra su cédula y su pasaporte.

Publicidad

 

 

Publicidad

Jesús Saldivia llegó desde Puerto de la Cruz, en Venezuela, desde el mes de mayo y desde ese momento las oportunidades han sido mínimas. Ya las calles son su colchón y aunque no deciden regresar, buscan una chance para lograr conseguir un empleo.

 

Publicidad

“Quedarme con dos maleticas, dormir en la calle, comer de la caridad pública. No me quejo, pues. Nos dan la comodidad de la comida, pero necesitamos es que nos ayuden con un empleo para poder arrendar y no quedarnos en la calle”, cuenta don José, aburrido y mostrando unas bolsas y un par de maletas con algunas prendas de vestir. Así como un paquete de jabón de lavar ropa.

 

No pueden faltar los duros mensajes contra Nicolás Maduro, cada vez los llamados al cambio son más rudos y el interés de regresar sin garantías es casi nulo.

 

Publicidad

“Mira Maduro, pa’ que sepas y veas. Diosdado mira que no estamos lavando pocetas a la gente de Colombia, estoy en Colombia, en Cali, estoy vendiendo chocolates y confites para poder mandarle algo a mis hijos que los dejé en Venezuela, que están allá pasando la crisis. Soy una persona con discapacidad y no estoy lavando pocetas, pa’ que tengan claro”, dice Fabiola con voz fuerte y unos cuantos dulces en sus manos que ofrece a los transeúntes y conductores.

 

Publicidad

 

 

Publicidad

 

  • Publicidad