Los recurrentes deslizamientos que azotan la crucial Vía al Llano, conectando a Bogotá con Villavicencio, son el resultado de una compleja interacción entre factores geológicos ancestrales, la intervención humana en el terreno, las condiciones meteorológicas y, de manera crítica, la insuficiente inversión en monitoreo y mantenimiento adecuado.
Así lo explica el geólogo Modesto Portilla Gamboa, profesor del Departamento de Geociencias de la Universidad Nacional de Colombia, quien subraya que, si bien la naturaleza presenta desafíos, la solución a esta problemática pasa por una gestión técnica y económica más robusta.
La situación actual no solo genera cuantiosas pérdidas económicas y dificultades en la movilidad, sino que también reaviva el doloroso recuerdo de tragedias pasadas como la de Quebrada Blanca, ocurrida hace 50 años.
Enfatizó que la vía al Llano se asienta sobre un terreno inherentemente propenso a la inestabilidad. “Esta vía se abre sobre unas laderas montañosas que están constituidas en su parte interna, allá dentro, como cuando se abren los túneles por rocas, lo que llamamos nosotros macizo rocoso o peñas. Pero esas rocas, o esas montañas, están recubiertas por unos materiales sueltos, como la ropa cuando uno se la coloca, o las cobijas cuando uno se tapa en la cama, que son muy fácilmente desestabilizables. Y esos no nacieron ayer ni nada, sino que llevan cientos de miles de años ahí formándose y el agua, también, ha estado cayendo durante todo el tiempo”.
Estos materiales sueltos, conocidos como coluviones, son el resultado de deslizamientos antiquísimos y se extienden desde el Boquerón hasta el río Une, pasando por Chipaque y la zona de los cuatro carriles, e incluso hasta Guayabetal y los túneles de Villavicencio.
Vía al Llano
El profesor Portilla detalla que la inestabilidad del terreno es una condición inherente a la región. Los materiales sueltos se presentan en forma de "lenguas" acumuladas a lo largo de milenios. La presencia constante de agua, que se filtra y acumula en estos barros, transforma el suelo en una especie de "plastilina con fragmentos de rocas".
Cuando se construyen vías, esta intervención “desestabiliza” los materiales, ya que el agua encuentra superficies más accesibles para moverse, provocando los movimientos que se conocen como derrumbes o 'desvolcanamientos'.
A esto se suman las persistentes lluvias, que son una constante en la región, y la actividad sísmica. “En esta zona de del llano coinciden los dos últimos sismos de alta magnitud que ocurrieron en Guayabetal y en la parte de San Juanito”, señala Portilla, añadiendo un factor adicional de riesgo geológico a la compleja ecuación.
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