Un año sin Yuliana Samboní: el crimen que enlutó a Colombia

Eran las 9:00 de la mañana de aquel domingo 4 de diciembre. Yuliana Samboní, una niña de 7 años de edad jugaba con sus amigos y primos frente a su humilde casa, que tenía una sola habitación, una puerta azul de madera, paredes manchadas de humedad y techo de zinc.

De repente, llegó una camioneta Nissan, vehículo que días atrás había estado merodeando la zona y Rafael Uribe Noguera, sin mediar palabra, agarró a la fuerza a Yuliana para meterla a la camioneta y llevársela de forma muy violenta.

Como contó Luis González, exdirector de fiscalías, Rafael Uribe llevaba a la niña aprisionándole el codo sobre el pecho.

Cuando los padres se percataron de la desaparición de la menor llamaron a la policía, mientras tanto, Rafael Uribe llevaba a Yuliana al apartamento donde vivía en la calle 64 con carrera 1, pero minutos más tarde salió de ahí y se la llevó a otro apartamento de su propiedad, pero que estaba desocupado y en arriendo.

Para los más supersticiosos, llamó la atención que el edificio se llamara Equs 66, quedaba en la calle 66 y el apartamento quedaba en el sexto piso.

Entre tanto, la Policía rastreaba las cámaras de seguridad e identificaban las placas de la camioneta y en simultánea avanzaba una operación candado y una búsqueda desesperada en hoteles, moteles y todo tipo de establecimientos.

Finalmente, descubrieron que la camioneta estaba a nombre de la esposa de Francisco Uribe, el hermano de Rafael, quien dirigió a los investigadores al primer apartamento.

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Allá no encontraron nada, pero pasadas las 6 de la tarde se volvió a comunicar con los investigadores.

Después de esa llamada, las autoridades finalmente llegaron al lugar donde había ocurrido lo peor.

Yuliana había sido violada, torturada y asesinada. Los investigadores encontraron el cuerpo de la niña escondido en el cuarto de máquinas, al lado de un lujoso jacuzzi del apartamento de Uribe Noguera. Sin saberlo, los vecinos del apartamento ya habían sospechado que algo grave estaba ocurriendo.

El cuerpo de Yuliana yacía totalmente desnudo y lleno de aceite de cocina. Su ropa estaba oculta en el tanque de uno de los sanitarios del apartamento.

Carlos Valdés, director de Medicina Legal, y Luis González, de la Fiscalía, tenían elementos concluyentes para ordenar la captura de Rafael Uribe Noguera, que en ese momento se recuperaba en la Clínica Navarra de una alta dosis de droga y licor.

Con ganas de que se lo tragara la tierra, escuchó los delitos por los que estaba siendo acusado.

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A las afueras de la clínica, ciudadanos adoloridos e indignados pedían la máxima condena para el asesino.

Que haya justicia y que un crimen como este nunca vuelva a ocurrir es, tal vez, el único clamor de la familia de Yuliana Samboní, un año después del desastroso suceso.