La región del Catatumbo, con una importante riqueza agrícola y con una ubicación estratégica y privilegiada, se ha convertido en una de las zonas del país en las que pareciera que no manda el Estado.
Muestra de ello es el asesinato a sangre fría en Tibú de dos jóvenes venezolanos, uno de ellos indígena Wayuú de apenas 15 años, aparentemente a manos del frente 33 de las disidencias de las Farc.
En las últimas horas, la familia de uno de los jóvenes reclamó su cadáver y se lo llevó a territorio venezolano, en medio del desconcierto que implica que en esa zona del país, el control lo tengan los grupos ilegales financiados por el narcotráfico, que son los que en últimas hacen justicia por su propia mano.
El caso de los dos jóvenes asesinados en Tibú de nuevo causó tensiones entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, luego de que el fiscal Tarek William Saab acusara al Estado colombiano de promover y facilitar el asesinato de venezolanos.
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Las autoridades colombianas han desplegado todo su potencial investigativo para esclarecer los dos homicidios: hay dos fiscales dedicados al tema, dos generales de la Policía en el terreno incluso investigando si hubo negligencia de los uniformados como lo denuncian los comerciantes.
Lamentablemente no es el único caso, en San Calixto, municipio también del Catatumbo, un enfrentamiento entre grupos ilegales ocasionó la muerte de una señora de 80 años que salía de misa.
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El Catatumbo tiene el coctel explosivo perfecto: está literalmente “nadando” en coca, el abandono del Estado es histórico, está en la frontera con Venezuela. Uno de los grandes desafíos para el próximo gobierno será atender su situación.
Escuche el análisis de Ricardo Ospina:
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